CÍRCULOS VICIOSOS
La película de Néstor Mazzini es casi un tour de force en múltiples direcciones. Un tour de force de los protagonistas, que trabajan los bordes de sus personajes en secuencias y planos largos que los llevan siempre a los límites. Y un tour de force de la puesta en escena, que narra 36 horas de pura tensión en la vida de los personajes, cortando los excedentes y yendo al grano en cada secuencia, sin que sobre ni falte nada. Si decimos casi es porque el director logra que los recursos, los resortes y las herramientas que utilizan él y sus intérpretes no se noten, que lo que se ve en la pantalla luzca fluido y sincero, lejos del exhibicionismo del cine que se ufana de su inteligencia formal. Esa sutileza es lo que distingue a este film presentado además como el inicio de una trilogía.
El protagonista es el dueño de una productora audiovisual que está sufriendo retrasos en los pagos de sus clientes y acumula deudas enormes, con prestamistas que presionan y bancos que no aceptan renegociaciones. Y a ese problema se suma algo de lo privado, ya que la ex mujer es socia en el emprendimiento y en la víspera del cumpleaños de la pequeña hija de ambos el clima no es el mejor. Por lo tanto podemos tomar a 36 horas como una película sobre la decadencia social y económica de un país, sobre la crisis final de una pareja o, también y cuando ciertos atisbos de irascibilidad surjan en el protagonista, sobre la violencia masculina. El gran acierto de Mazzini, en definitiva, es no dejarse tentar por ningún camino fácil y usar todos estos temas para convertirlos en tensiones que habitan dentro del relato pero sin nunca decantar hacia la denuncia o el contenidismo. Su película termina siendo un thriller, narrado con un nervio más que atendible.
Mucho ayudan para que la película funcione como funciona las actuaciones de César Troncoso y Andrea Carballo como esa pareja en decadencia, que arrastra cosas no dichas y que amenaza constantemente por estallar. No se los permite una puesta en escena precisa, que sabe trabajar las tensiones sin caer en excesos, pero fundamentalmente sus interpretaciones ajustadas hasta el último detalle, con una cámara que está encima de sus cuerpos pero nunca por encima. Película sobre los límites y sobre aquello que podemos llegar a hacer en una situación extrema, película angustiante además, hay sobre el final tal vez un exceso de aprendizaje, con el protagonista aceptando algunas instancias de manera un tanto subrepticia y acelerando el final de la historia. De todos modos de fondo queda la sensación de círculo vicioso, de un protagonista con un comportamiento patológico, que en verdad precisa el vértigo y de ir al límite para poder reaccionar. La forma de la película termina siendo justa con él y dice más que si subrayara sus líneas de diálogo como lo hacen la mayoría de los dramas filmados en el país.