Suspenso, realismo, buen estudio de caracteres, situaciones y diálogos nerviosos, un elenco bien ajustado, caracterizan el nuevo largometraje de Néstor Mazzini, un independiente de veras, que años atrás dejó su huella con un solo título: “Que lo pague la noche”. El personaje principal de su nueva historia está al frente de una pequeña empresa a punto de quebrar. El Estado no le paga los trabajos entregados. Una firma grande lo tiene dando vueltas con un proyecto. Está endeudado, la bicicleta no le funciona, debe a cada santo una vela y los prestamistas no son nada santos. Quien fuera la socia y esposa de su corazón ahora es socia y ex esposa en trámite de divorcio con mala cara. Aún así, un poquito todavía lo quiere. Pero no lo banca. Lo asedian, no consigue plata ni aún robando, y dentro de pocas horas es el cumple de la hija.
¿Esta historia tendrá final feliz? Al fin y al cabo es una película, y existen los parientes, los cheques salvadores, tal vez la plata de alguien que se mató sin revelar dónde la había escondido. Es una película, y es también un verdadero tour de force del primer actor uruguayo César Troncoso , que pasa por todos los estados anímicos imaginables, incluyendo ese estado único de alegría, ternura y callada ansiedad que solo existe cuando uno canta y juega con la hija sabiendo que esa es solo una tregua en la lucha por la vida. Lo rodean Andrea Carballo y la chiquita Matilde Creimer, en un elenco donde también participan José Luis Arias, Héctor Bidonde y otros buenos. La música incisiva, inquietante, de Rodríguez y Abalo es otro mérito fuerte de la obra.