360

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Historias que se cruzan sin fin

El guionista Peter Morgan ( La reina ) fue sincero al decir que se basó en Reigen , una obra que había sido adaptada para el cine en 1950, La ronda , de Max Ophuls.

360 es el tipo de filme coral, con varios personajes que viven distintas historias que, en algún momento, se irán a cruzar. El mexicano Alejandro González Iñárritu (con Babel , por ejemplo) se había especializado en el género. Y el propio Morgan lo hizo en el guión de Más allá de la vida , para Clint Eastwood.

Ahora es otro latinoamericano, el brasileño Fernando Meirelles ( El jardinero fiel ), quien se aboca a juntar y seccionar las historias en diferentes ciudades. Como si fuera el efecto mariposa, ése que hace que lo que pasa en una punta del mundo repercuta en otra distante. Empezando por una prostituta de Europa del Este que hace sus primeras armas en Viena, con un frustrado cliente (Jude law), que engañaría a su esposa (Rachel Weisz), quien ya de por sí lo engaña en Londres. Y hay un padre inglés (Anthony Hopkins) desesperado buscando viva o muerta a su hija, que abandonó el hogar. Volando a los Estados Unidos a reconocer un cadáver, conoce en el avión a una brasileña (María Flor), que dejó a su novio que le pone los cuernos y que se encuentra en el aeropuerto con un pedófilo recién liberado de prisión (Ben Foster). Y hay un dentista en París que no sabe qué hacer con su asistente, si avanzar en una relación que nunca comenzó.

Aquellos espectadores a quienes esta clase de relatos le sea atractivo, sin profundizar demasiado en las relaciones (a cualquier película le resulta imposible realizarlo si tiene una duración normal), terminarán satisfechos con el filme del director de Ciudad de Dios . Hay, sí, tremendas actuaciones, como la de Weisz y la de Hopkins, mientras Ben Foster bien sabe cómo infundir temor y ambigüedad desde su extraño personaje. Pero es un virtual desconocido por estos lares el ruso Vladimir Vdovichenkov, como un asistente de un mafioso que planea redimirse, junto a la checa Lucia Siposova (la prostituta del comienzo) quienes, sin interactuar con las estrellas, llaman la atención y generan la empatía necesaria para sostener sus propias historias.