El nuevo título del director de Ciudad de Dios es de una ejecución tan redonda como su título.
Hay dos maneras de abordar una película coral: partiendo de una premisa se conectan varias líneas argumentales que existen al mismo tiempo para desarrollarla. Este curso de acción corre el riesgo de volverse una ensalada si el director no está atento a cada detalle y procura que todas las líneas se desarrollen satisfactoriamente. La otra alternativa, un poco más fácil, es tener la misma cantidad de líneas, narrar un arco argumental a la vez y luego pasar al siguiente; donde los que eran meramente intérpretes secundarios de una historia, pasan a ser protagonistas de la siguiente. Este fue camino el elegido por Fernando Meirelles y el guionista Peter Morgan (La Reina y Frost/Nixon), partiendo de la obra de teatro La Ronde de Arthur Schnitzler (el autor que con Traumnovelle inspiró Ojos Bien Cerrados, el último film de Kubrick) para lanzarse a tejer esta madeja en donde las acciones de una sola persona repercuten, directa o indirectamente, en las de muchas otras.
¿Cómo está en el papel?
Si leíste el párrafo que abre esta nota, es suficiente para decirte que esta es una de esas historias en las cuales si empiezo a entrar en detalles te estaría contando toda la peli. Pero lo que si se puede decir es que el tema en común en todas las historias, que si bien parece ser el amor (y si ahondamos más, diría el acto físico que suele conllevar el mismo), es en realidad sobre los desvíos que se presentan en nuestras vidas, y como la decisión de tomar ese desvío o no puede repercutir en la misma. Hace acordar a un pedacito de un poema de Robert Frost, que muy probablemente se lo habrán oído decir a Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos: “Dos caminos se abrieron ante mi. Yo elegí el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia. “
La película usa los primeros 30 minutos para presentar a los personajes, y todo lo demás es unir el fin de una historia con el inicio de otra. La pelota se empieza a mover con una eslovaca que decide volverse prostituta de un harén por internet, la cual es solicitada por el personaje de Jude Law, quien cancela la cita por haber venido al mismo lugar donde este tiene una reunión de negocios, pero la chica es solicitada ahí mismo por otra persona que resulta ser… y acá es donde me detengo, porque si me extiendo les estaría contando toda la película. ¡Ven lo qué trataba de decirles!
En las manos de cualquier otro escriba, cada una de las historias se desarrollarían y cerrarían sin más consecuencia. Acá cada historia tiene un objetivo emocional potente y es tremendamente aplaudible cómo Peter Morgan pudo condensar emociones tan fuertes en los tiempos tan acotados de los que dispone cada línea de la historia para desarrollarse.
¿Cómo está en la pantalla?
Meirelles no depende de tantos artilugios técnicos en esta película como en sus otras óperas celebradas, Ciudad de Dios y El Jardinero Fiel. Lo que si persiste es el uso de una leve sobreexposición en algunas de las escenas y un uso del split-screen, aunque marcado, solo presente en lo justo y necesario.
Pero lo que hace de esta película algo verdaderamente digno de ser visto son sus actores. De todo el ensamble actoral que los que destacan son Ben Foster (El Mensajero, X-Men 3) y Anthony Hopkins (Hannibal the Cannibal para los amigos).
Foster encarna a un ofensor sexual recién salido de prisión que trata de luchar contra la tentación. Su actuación es íntegramente gestual, sus acciones dicen más sobre el infierno que pasa por su cabeza que cualquier palabra que pueda decir.
Los que están acostumbrados a ver a Anthony Hopkins como mayordomo o un culto psiquiatra caníbal, se van a llevar una grata sorpresa al verlo en su rol de un padre que hace un viaje para identificar el cadáver de quien podría ser su hija. Es la primera vez que lo veo interpretar a un tipo común y corriente, y debo decir que es genial; el monólogo con el que se cierra su historia está entre los mejores momentos de la peli.
Conclusión
Una historia coral fácil de seguir, armada con sencillez y a la vez con profundidad. Narrada con atino por Meirelles, que bendecido con las interpretaciones de un reparto en el cual nadie zozobra, compone un mosaico de emociones que no tiene ningún desperdicio. Altamente Recomendable.