Cuatro personajes en busca de una historia
432 Uno es una película tan críptica como morosa
Cuatro mujeres recorren un tupido bosque y, en uno de los lugares más sombríos, esparcen las cenizas de alguien al que ellas habían querido intensamente. Luego se recuestan en unas hamacas en una playa frente al mar y todos sus sentidos se fijan en la muerte, esa muerte que parece ser para ellas el único destino quizá deseado o posiblemente intuido. Sobre la base de este pequeño relato, la directora Mercedes Farriols intentó fijar su cámara en ese cuarteto de protagonistas que sólo se miran entre sí, se acarician suavemente, se dejan estar bajo la luz del sol, caminan a veces lentamente, se sobresaltan ante la aparición de un niño entre las dunas y, con muy pocas palabras, tratan de comprender su entorno.
Ellas abordarán un duelo y creen sentir cosas que no se sienten pero dicen que hay que sentir en medio de la soledad y de los escasos diálogos a los que recurre la directora.
432 Uno no es un film fácil de ver. El casi autismo de sus protagonistas, la lente de la cámara fija en ellas y esas escenas en las que ojos, manos y brazos hablan más que las palabras pretenden insertarse en las vibraciones insospechadas que podrían llegar y cambiar de lleno su idea de la última existencia. La monotonía se impone, sin duda, en este film que recala en un intelectualismo por momentos pretencioso.
Las acertadas actuaciones apuntalaron con rigor a esos personajes que parecen no decir ni hacer nada, aunque muy dentro de ellos está presente la muerte como un símbolo de lo que fueron sus existencias. Todo aquí es ambiguo, casi siniestro y por momentos cada escena parece necesitar de alguna explicación que aclare tan oscuro panorama.