Con una serie de inquietudes expresivas, visuales y alegóricas, la realizadora Mercedes Farriols conforma un film de carácter eminentemente experimental, con todo lo que esa definición implica. Luego de su fallido film debut Olga, Victoria Olga, esta nueva pieza suya, de sugerente título numérico, 432 UNO, marca una clara diferencia conceptual con su obra anterior, en el que la existencia de una trama –melodramática, compleja, densa- era ostensible. Aquí prácticamente no existe un hilo argumental, que presenta a cuatro mujeres que en una playa van canalizando sus respectivas sensaciones frente a la muerte de un marido en común, una idea curiosa y original que de todos modos no queda claramente explicitada. El duelo de todas ellas frente al mismo hecho es abordado de diferentes -y a veces crípticas-, maneras, siempre enmarcado con un paisaje costero espléndidamente fotografiado pero algo abrumador, lo propio ocurre con los permanentes y cambiantes subrayados musicales. El cambio de rumbo en la narrativa de esta cineasta está dotado de un atractivo sólo relativo, restringido a un determinado público que pueda sentirse atraído por algunos pasajes. Una estética elaborada y los cambios cromáticos que va sufriendo el film, de blanco y negro a color y viceversa, son algunos puntos a rescatar. El resto es un experimento para pocos.