Cuatro amantes frente a la muerte
Frente al ensordecedor silencio del mar, afloran las preguntas: ¿cómo abordar un duelo? ¿Qué dan por sentado sobre la muerte? ¿Qué diferentes estados se transitan con respecto a un mismo duelo? ¿Qué sentimientos ocultos aparecen? ¿Por qué se creen sentir cosas que no se sienten pero dicen hay que sentir y las hacen propias? ¿Qué vibraciones insospechadas podrían llegar y cambiar de lleno su idea de la muerte?
432 Uno, es el relato de cuatro mujeres, que deciden ir juntas a una playa a la que el amante de todas solía concurrir. La idea que las convoca es esparcir sus cenizas entre la arena.
Una producción independiente, con una muy buena fotografía, que trabaja con primeros planos segmentados, casi como un collage en contraste con una imagen de la inmensidad del mar, de su horizonte y con un constante ruido del mismo. Casi como una dificultad sonora, que hace difícil escuchar los casi nulos diálogos que se establecen entre ellas.
Filmada en su mayoría en blanco y negro, el color aparece por instantes, y a veces coinciden con la puesta del sol. Del mismo modo, que aparece un niño que juega con una ellas y del cual no hay referentes.
Dos visten de negro y dos de blanco y aparecen en la primera escena en cuatro reposeras frente al mar, casi mudas, con sus anteojos negros y sus sombreros.
En un intento por dar cuenta del sentimiento de duelo que cada una aborda de modo diferente, un saxo suena, mientras el espectador imagina la historia de Diego con estas mujeres.
Hay un juego interesante entre la luz y la sombra y en el modo de captar cada recorte del cuerpo, cruzado a veces entre las ramas de una vegetación seca, que se encuentra a unos metros de la playa.
Con actuaciones desparejas y a pesar de un clima que no logra siempre la misma intensidad, este film de Mercedes Farriols es una apuesta valiente a un cine de autor, que remite a dar cuenta de una construcción inusual del género. Y donde su directora al final del film, se da el gusto de cantar un cha- cha- cha de su autoría.