Simpatías forzadas
Las buenas intenciones no dan lugar, de por sí, a buenas películas. 4 metros (2019) está cargada de buenas intenciones, narrando una suerte de historia de aprendizaje, no sólo para el protagonista sino para el resto de los personajes. Pero el recorrido se desarrolla de forma bastante torpe, por más que intente causar una buena impresión a toda costa.
Joaquín (Victorio D´Alessandro) se acerca a la crisis de los 40. Está estancado tanto a nivel laboral como afectivo. Trabaja en una escuela secundaria como cocinero. Está en pareja con una chica veinte años menor (Maite Lanata), y que resulta ser alumna en su mismo lugar de trabajo. Todo se complica con la aparición de otra mujer, madre de un chico del colegio. Joaquín deberá replantearse la situación en la que se encuentra.
A partir de una trama sencilla, la película de Federico Palazzo filma una comedia romántica costumbrista. Pero confunde el costumbrismo del entorno que retrata con una estética televisiva. Los espacios aparecen filmados sin demasiado esmero, con una luz demasiado visible. En vez de construir un universo propio, los sitios parecerían más bien “modelar” para la cámara, cosa que los veamos con claridad. Y si la luz se muestra demasiado, el sonido apunta a una dirección similar: las situaciones de tensión aparecen subrayadas por una melodía altisonante, que a cada momento nos desea dejar bien en claro el momento dramático que vemos. Los personajes son seres queribles, simpáticos. Pero esa misma simpatía quiere imponerse en casi toda la película, de tan clara que desea ser, al punto tal de diluirse.
El final termina por ser menos feliz que conciliatorio, en su intento de quedar bien con todos. No trata de sacarnos una sonrisa, sino de estampárnosla a la fuerza.