Un drama psicológico de espíritu británico
La película de Andrew Haigh, “45 años”, cuyo guión está basado en un relato corto (“Another Country”) de David Constantine, comienza un día lunes, el lunes de una semana que culminará el sábado, cuando está previsto que la pareja de Kate (Charlotte Rampling) y Geoff (Tom Courtenay) festeje con sus amigos de toda la vida el 45º aniversario de su matrimonio.
Ellos viven en un pueblo, en la campiña inglesa de Norfolk. A simple vista, se puede observar que tienen un buen pasar económico. Tienen una amplia casa, con todas las comodidades, y por sus costumbres, se intuye que son un matrimonio de personas cultas (hay muchos libros en la casa) y de buena educación, que está disfrutando de su jubilación en una posición acomodada. Aparentemente, no han tenido hijos, aunque sí un perro que Kate saca a pasear todos los días, mientras Geoff acusa costumbres más sedentarias.
Todo parece deslizarse con tranquilidad, previsibilidad y armonía, en la vida de ellos, y están por festejar 45 años de convivencia; y si bien no es una fecha que responda al estándar de los aniversarios merecedores de una celebración especial, en algún momento del relato se explica que cuando debían festejar los 40 años tuvieron que suspender el evento porque Geoff atravesó por una enfermedad, a la que evidentemente ha superado.
El detalle es significativo porque es un indicio que contribuye a discernir qué tipo de personajes son los protagonistas, cómo es su mundo y cuán importante es para ellos respetar y cumplir con determinadas convenciones sociales. A lo largo del relato, se los ve como una pareja muy afianzada en el lugar, donde llevan una activa vida social, participando en reuniones de amigos y compartiendo actividades con otras familias. En ese lugar, todos se conocen y no hay secretos.
El caso es que ese mundo armónico, organizado y bajo control, se pondrá en riesgo, sobre todo para Kate, “el alma del hogar”, cuando su esposo reciba una carta, desde Suiza y escrita en alemán, con una noticia que cae como una piedra sobre las aguas calmas de un lago.
Resulta que las autoridades de ese país le comunican que a raíz del deshielo de un glaciar, ha aparecido el cuerpo de una mujer que murió allí hace 50 años y se trataría de la novia que tuvo Geoff antes de conocer a Kate, y que tuvo ese triste final trágico cuando ambos estaban de paseo en los Alpes Suizos.
Evidentemente, Geoff nunca le había comentado a Kate todos los detalles de aquellos sucesos ni de la relación con esa mujer y probablemente nunca lo hubiera hecho. Ahora, forzado por las circunstancias, el hombre, que tiene alrededor de 75 años, se ve confrontado con su pasado de golpe y sin aviso previo, y no sabe muy bien qué hacer con todas las emociones que empiezan a despertarse en su interior. En tanto que Kate, cuyo semblante era luminoso, seguro y apacible hasta ese momento, de ahora en más comenzará a luchar con sentimientos, inquietudes y sospechas que ensombrecerán su rostro, dibujando en él un rictus de amargura y tal vez de temor.
“45 años” describe una crisis no solamente de pareja, se trata de una crisis existencial que pone en jaque los sentimientos que han mantenido unidas a dos personas durante tanto tiempo y también la misma estructura psíquica de ambos personajes, que no estaba preparada para descubrir profundos secretos nunca antes confesados, a esta altura de la vida. Es algo que Kate no puede asimilar con tranquilidad y empieza a sentir los síntomas de un desmoronamiento de su estructurado, ordenado y controlado mundo, acusando la novedad como si fuera la invasión de un intruso, un enemigo que amenaza toda su estabilidad. En tanto que a Geoff se lo ve un poco tambaleante y vacilante ante el resurgir de viejos dolores ocultos.
Se trata de un drama psicológico, de estilo clásico y espíritu muy británico, en el que Charlotte Rampling pone en evidencia una vez más la gran actriz que es y toda la gama de emociones que es capaz de transmitir tan sólo con mínimos gestos de su bello y curtido rostro. Y Courtenay demuestra ser un partenaire solvente y eficaz. Ambos fueron merecedores de varios premios por este trabajo, entre ellos, los Osos de Plata a mejor interpretación en el último Festival de Berlín.