Un año después de su estreno en Estados Unidos llega 45 años de Andrew Haigh.
Kate (Charlotte Rampling) y Geoff Mercer (Tom Courtenay) componen una pareja a punto de cumplir 45 años de casados. Viven una apacible madurez en el condado de Norfolk, en días que transcurren entre salir a caminar, pasear al perro, lecturas, salidas a la ciudad y rutinas sin sobresaltos. En la semana previa al festejo de aniversario, Geoff recibe una carta desde Suiza en la que le comunican que han encontrado el cuerpo intacto de un viejo amor que cayó por un precipicio en un lugar inaccesible.
Basada en un relato corto de David Constantine, En otro país, 45 años tiene una estructura episódica dividida en los días previos a la celebración evocativa de este matrimonio, desde el lunes hasta el sábado. Y a la vez, en cada uno de esos días se destaca la mañana, algún hecho del día y la noche, que es casi siempre un momento de balance y reflexión.
La carta conlleva el revivir un hecho del pasado, las consecuencias en el presente y el fantasma latente en esa larga relación, en la que todo parecía haberse dicho. Pero la irrupción de una muerta, con ecos a Rebeca, de Alfred Hitchcock, trastoca los cimientos de lo que se suponía sólido y obliga a una revisión perturbadora del pasado, en la que el recuerdo de Katya (la novia muerta) irá cobrando forma de manera cada vez más inquietante.
Andrew Haigh consigue con éste, su tercer largometraje, otra notable obra, luego de Weekend (vista hace unos años en BAFICI) que aparenta una sencillez que tiene implicancias de una profundidad agotadora. Es un drama desdramatizado, sin altisonancias. Y además cada línea de diálogo entre ese matrimonio parece tener la precisión de un bisturí, pero que debido a la longitud de la larga relación que los une, no es necesario levantar la voz en las conversaciones, que son por cierto discusiones, y las verdades mas tremendas parecen ser dichas con la levedad de una pluma pero con el peso de una montaña.
La escena en la Kate mira las viejas diapositivas del periplo de Geoff y su novia por sinuosos y escarpados terrenos en Suiza y descubre un detalle muy perturbador es un prodigio de cine en estado puro, en la que la información de la imagen es a todas luces relevante y no necesita de palabras. En 45 años las miradas y los silencios son, a veces más elocuentes que lo que se verbaliza. Haigh prescinde de flashbacks para evocar el pasado y es en esa fluidez de la intimidad del presente donde encuentra el mejor vehículo para repasar toda una vida.
No hay elemento, de lo que se ve y de los que se habla, que no tenga una carga simbólica. ¿O acaso ese glaciar que contiene el cuerpo de la mujer que Geoff amó cuando era joven y que ahora se está derritiendo no es una imagen tan fuerte que puede impregnar toda la película de solo imaginarlo? La solidez de algo congelado ¿en el tiempo? pero que a pesar de tener la dureza del hielo, es en realidad agua, que puede derretirse y verter en el presente. Haigh se vale de relojes, cajas en el altillo, papeles viejos, diarios de viaje, los ambientes de la casa que habitan y hasta un proyector de diapositivas para embeber al relato del significado del paso del tiempo.
Merecen un párrafo aparte las magnificas actuaciones del dúo protagónico. Sin dudas la película no hubiera sido la misma de no haber contado con Charlotte Rampling (nominada al Oscar por este papel) y Tom Courtenay. Ambos ganaron el premio a la interpretación en el Festival de Berlín. Con gestos mínimos y sutilezas construyen dos actuaciones enormes
45 años cuestiona una relación y a la vez coloca al espectador en un interrogatorio que lo interpela sobre su propia memoria y los secretos del pasado bajo una aparente languidez pero con el estruendo de un glaciar que se desploma.