Films de samurais eran los de antes
Probablemente no haya una saga clásica de samurais más filmada que la leyenda de los 47 Ronin. Algunas de las versiones más famosas estuvieron a cargo de directores prestigiosos del cine japonés, incluyendo a Kenji Mizoguchi Kon Ichikawa e Hiroshi Inagaki, en films que solían durar más de 3 horas y en algunos casos eran superproducciones con imágenes increíbles en colores y formato Scope. A veces incluían superastros del género samurai como Shintaro Katso, luego más famoso por películas de culto que siguen inspirando al cine occidental. La historia suele ser conocida también bajo el título "Chushingura".
Pero a diferencia de clásicos de Kurosawa, de espíritu mucho más moderno, empezando por "Los Siete Samurais" y "Yojimbo" que generaron adaptaciones al western como"Siete hombres y un destino" de John Sturges y "Por un puñado de dólares" de Sergio Leone, la historia de los 47 samurais descastados (es decir, convertidos en "ronin") decididos a vengar a su maestro, quizá por ser uno de los relatos más tradicionales del folklore nipón, siempre fue un fenómeno más localista. Lo que no quiere decir que los fans del cine japonés en general y del género samurai en particular no reconozcan la importancia fundamental de la distintas reelaboraciones, considerando en especial la de Inagaki de 1962 como una de las versiones definitivas. Que por cierto, no incluía cacerías de monstruos gigantes ni dragones infernales, sino era más bien un film épico con una gran puesta de época, apuntes históricos y una habilidad sin igual para hace crecer la terrible tensión dramática del sacrificio de los 47 Ronin durante 3 horas.
En esta híbrida versión hollywoodense escrita por Chris Morgan, guionista de "Rápido y furioso", estos samurais lucen más descastados que nunca. La película comienza con una escena impactante a toda superacción y efectos especiales describiendo el ataque de una especie de búfalo gigante Entendiendo que esta escena impone un carácter fantástico poco serio, justamente entonces la gracia hubiera estado en seguir con el delirio sin pretender darle ninguna seriedad de adaptación rigurosa del asunto. Lamentablemente, a lo largo de las dos horas de proyección, los chispazos de imaginación son escasos, y las escenas de diálogos estáticos e intrigas melodramáticas muy poco atractivas se suceden una tras otra. Hay acción samurai por supuesto, pero sin mucho que ofrecer ni en el plano de aporte moderno al género, ni tampoco como delirio que un Tarantino hubiera aprovechado mejor.
Los actores japoneses hablan en inglés, pero con tantos nombres propios nipones en cada diálogo que todo luce ridículo. Y Keanu Reeves, que por sus características étnicas múltiples (nació en Medio Oriente, pero de familia hawaiana) podría ser un ronin convincente, salvo que nunca puede dejar de ser Keanu Reeves. A la película le falta garra, y sobre todo sangre, teniendo en cuenta que sólo en una escena hay una ceremonia de docenas de harakiris simultáneos. Por los menos la dirección de arte, los efectos especiales y el 3D, son de primer nivel. Y con un poco de suerte esta revisión occidental de una historia clásica genere la reedición en DVD de algunas de las versiones clásicas de los gloriosos 47 Ronin.