Un samurái perdido en Hollywood
Partiendo de la base de que estamos ante otra obra pirotécnica “made in Hollywood”, y no ante una adaptación a la pantalla grande de una leyenda japonesa, como lo fue el caso de 13 Asesinos de Takashi Miike, lo primero que se puede decir de la ópera prima de Carl Rinsch es que resulta un híbrido entre una aproximación hollywoodense a un clásico de la cultura japonesa -que incluye una historia de yakuzas con artes marciales- y una propuesta fantástica basada en la noción de “brujería y demonios”. La hermosa Rinko Kikuchi, que hace poco se enfrentaba a los Kaiju en Titanes del Pacífico, hoy es una bruja/ mujer/ loba, que de una forma muy extraña encaja como una pieza más dentro del universo diegético que plantea la película.
La premisa incluye la venganza de un grupo de ronin -ex samuráis- que, desterrados de Ako luego de que su Señor fuese obligado a cometer seppuku por una ofensa relacionada con la brujería, deciden recuperar el honor con la ayuda de un mestizo, Kai (Keanu Reeves).