Un desastre comparado
¿Vieron cuando recién comienza una película y uno ya se da cuenta que todo lo que podía salir mal terminó saliendo efectivamente mal o incluso peor? Bueno, eso es lo que ocurre con 47 ronin, uno de esos tanques de Hollywood donde ninguna pieza encaja correctamente, que son un desastre anunciado y luego confirmado, a los que se les puede criticar multitud de cosas, promoviendo un ejercicio donde cualquier crítico se siente cómodo: la narración nunca fluye de la manera adecuada; los personajes son de cartón corrugado; el protagonista está metido de manera totalmente forzada en la trama; los efectos especiales y el vistoso diseño de producción nunca se amoldan de la forma correcta con la puesta en escena; las actuaciones son pésimas; todo el relato es en extremo serio y sin una pizca de humor que haga más llevadero el asunto; y el espíritu épico y/o aventurero, a pesar de los discursos, jamás se hace presente.
Nos podríamos quedar con ese párrafo y terminar el texto, pero vamos a tratar de sacarle un poco más de jugo a la película, pensándola en relación con otros casos que podrían presentar similitudes, haciendo algunas arbitrarias comparaciones. A saber…
1) Al igual que El planeta de los simios: (r) evolución, que era dirigida por Rupert Wyatt -quien sólo tenía como antecedentes un cortometraje, un mediometraje y un pequeño thriller titulado The escapist, que había pasado totalmente desapercibido-, 47 ronin no tiene un nombre relevante en la realización cinematográfica, a pesar de su altísimo presupuesto (175 millones de dólares): Carl Rinsch sólo había dirigido unos cortos y su currículum estaba basado principalmente en los campos del videoclip y los comerciales. Pero mientras Wyatt demostró un gran atrevimiento a la hora de configurar la narración y la puesta en forma de su película, interactuando perfectamente con los efectos especiales, demostrando un profundo conocimiento de las reglas genéricas y desarrollando con inteligencia y sutileza diversos tópicos de alto contenido político, redescubriendo (y actualizando) las conexiones entre lo humano y lo tecnológico; Rinsch se muestra demasiado tímido con la legendaria leyenda japonesa de los 47 ronin, el relato se le escapa enseguida de las manos y nunca le inculca energía a lo que está contando. Si la ambición era -como dice la voz en off- conocer la cultura japonesa a través de este cuento, esa experiencia queda totalmente trunca desde el vamos.
2) Hay películas que durante su misma producción van entrando en una espiral desquiciada a nivel creativo, de tiempos, de presupuesto. A veces, esas dantescas alteraciones por sobre lo planeado terminan siendo beneficiosas, dotan al proyecto de una libertad por sobre la media de Hollywood. Un caso reciente es El llanero solitario, donde los egos de Gore Verbinski y Johnny Depp -que gastaron plata a lo bestia casi por puro capricho- le agregaron al film un toque de personalidad propia, distintiva y productiva. En cambio, las idas y vueltas que tuvo 47 ronin en su montaje, la falta de mano firme del director y los miedos de Universal Pictures llevaron a que el film se estrenara como un producto impersonal, como un Frankenstein que nunca llegó a cobrar vida.
3) Hace una década, Hollywood intentó explorar la filosofía, la historia y la disciplina japonesa con El último samurái. Aquel film, con todas sus fallas narrativas y visuales, no dejaba de ser un interesante abordaje sobre los vínculos -sin resignar las diferencias- que se podían establecer entre las sociedades occidental y oriental, que a la vez exponía con gran melancolía el final de una época y una mirada sobre el mundo. Hasta en el uso equilibrado de los lenguajes japonés e inglés había toda una declaración de principios. Y esto se debía en buena medida a la capacidad de Tom Cruise de pensarse a sí mismo, su carácter de estrella y lo que podía aportar a un relato que coqueteaba con muchas variables del western. Por el contrario, Keanu Reeves es en 47 ronin un mero rehén de la trama y lo único que tiene para aportar es su cara de piedra, que en un punto no deja de ser apropiada para un personaje que soporta sin reaccionar toda clase de humillaciones de parte de los demás y por el que es imposible sentir cualquier clase de empatía.
4) Hace sólo unos días, pesqué medio de casualidad por TCM Rey de reyes, aquella épica bíblica de 1961 sobre la vida de Jesucristo, que contaba con unos cuantos nombres importantes: Nicholas Ray (realizador de obras maestras como Rebelde sin causa o Johnny Guitar) en la dirección, el gran Orson Welles aportando su voz en la narración y un reparto integrado por Rip Torn, Robert Ryan y Guy Rolfe, entre otros. Y sin embargo, desde el comienzo, a ese film se lo adivinaba pesado, insulso, dependiendo demasiado de la Gran Historia y sin adquirir nunca vuelo propio. Algo similar le sucede a 47 ronin, que en ningún momento de su metraje consigue apropiarse de su historia y ganar autonomía. Lo que queda es un film irrelevante, destinado prontamente a ser olvidado.