Apocalipsis y obsesión
La mística, historias y anécdotas relacionadas a la figura del artista Benjamín Solari Parraviccini –no confundir con el comediante Florencio- es un enorme caudal de elementos para cualquier interesado que piense una ficción dado que cuenta con todos los aditamentos y atractivos de cualquier relato revestido de fe, teorías conspirativas, realidades paralelas y un personaje que encierra desde su hermetismo pero a la vez transparencia todas las características para convertirse en gran ordenador o imaginador.
Al realizador Gustavo Glannini, quien debutara en la desafiante industria con la animación en 3d y confeccionada a partir de software libre, Plumíferos, el coqueteo con el mundo de Parraviccini y sobre todo con sus psicografías, dibujos que el pintor elaboraba en trance y donde además iban acompañados de frases proféticas, le despertó el interés por conocer con profundidad ese universo a partir de la inflexión del 2001 en la que Argentina parecía ser el escenario ideal en el que las profecías apocalípticas se cumplieran.
Su investigación rigurosa lo conectó con textos pertenecientes a tres discípulos del propio pintor Sigurd Von Wurmb, Pedro Romaniuk y Norberto Pakula, todos ellos especialistas en la vida y obra del autor que en vida lograra reconocimiento del propio presidente Marcelo T de Alvear y que falleciera en 1974 cuando muchas de sus profecías o mensajes premonitorios correspondían a los años 40 o 30.
A partir de los dibujos de Parraviccini y en especial de aquel que puede interpretarse junto al texto como la predicción del atentado de las torres gemelas, el director ideó un guión que se estructura a partir del derrotero y obsesión de un profesor de filosofía y lógica (Antonio Birabent) de una escuela nocturna que comienza a obsesionarse por una alumna misteriosa y muy atractiva, Amnis (Belén Chavanne), que lo conecta con el universo de las psicografías y luego desaparece sin dejar rastro o pista alguna para que Gabriel encare por un lado una búsqueda de ella y por otro comience a unir una serie de premoniciones para entender un orden y llegar a la conclusión de que el fin del mundo se avecina.
El otro personaje que talla fuerte en esta historia, representa en cierto modo al propio espectador, está a cargo de Gonzalo Suárez (reconocible tanto por sus papeles televisivos como por la publicidad de la tarjeta de crédito), quien interpreta a Tony, primo del protagonista que descree absolutamente de sus interpretaciones y teorías conspirativas pero que no le quita el apoyo ni un segundo, aunque no puede ocultar una preocupación mayor por su fragilidad psíquica en un momento de crisis muy aguda del protagonista con su ex mujer.
Gonzalo Suarez además aporta el escape humorístico necesario como contrapunto ante tanto cúmulo de información.
Si bien la propuesta es atractiva desde el punto de vista de la historia per se y el avance paranoico que contagia la trama, al que se añade una interesante galería de personajes secundarios de corta pero efectiva aparición, entre quienes pueden destacarse Nancy Anka, en el rol de ex esposa, Adrián Yospe, el periodista Rolando Graña, Ricardo Bauleo, Atilio Pozzobón, Daniel Fanego y Norman Briski, la película presenta ciertos altibajos y desniveles narrativos que por momentos la vuelven demasiado predecible.
Antonio Birabent carga a sus espaldas con un personaje difícil y a veces ese peso se nota en su sobreactuación y falta de ductilidad para resolver escenas que requieren un registro menos grandilocuente.
No obstante, pese a estos obstáculos debe reconocerse que la apuesta al cine de género y más aquella que abraza un tópico como lo sobrenatural, sin descuidar los elementos constitutivos del thriller psicológico, insumen un trabajo mucho más cuidado y meticuloso en el orden formal y eso 5-5-5 lo logra en gran parte de su desarrollo, con buenos climas, buen manejo del ritmo y una narración prolija que se puede comprender prestando la debida atención y mucho más si se cuenta con algún conocimiento previo sobre Benjamín Solari Parraviccini.