Obsesionado por las profecías
Las profecías psicográficas de Benjamín Solari Parravicini son, desde el vamos, una interesante propuesta cinematográfica.
El argumento gira alrededor de Gabriel (Antonio Birabent), un profesor de filosofía y lógica que conoce a Amnis (Belén Chavanne), una enigmática alumna quien luce una remera con uno de los dibujos del pintor y escultor argentino nacido en 1898. Empieza el surrealismo: ¿qué veinteañera de hoy portaría una prenda profética y hablaría como si fuese una autómata enviada desde el más allá? No existe, recurso forzado.
El profe cae bajo su encanto y se mimetiza con su hablar: cada línea del guión parece ser leída por Birabent, su robótico e impostado fraseo le quita suspenso y fuerza al filme. El primo del protagonista (Tony, por Gonzalo Suárez) le da algo de frescura al almidonado Gabriel, quien empieza a devorar vida y obra de Parravicini luego de que Amnis desaparece sin dejar rastro.
La cámara inquieta de Giannini registra desde varios planos, es veloz, curiosa. La misión es deconstruir un derruido departamento céntrico, el bunker donde Gabriel intenta descifrar los mensajes codificados de Parravicini, envuelto en su neurosis. La numerología abruma en medio de una ambientación ocre que parece transportar al protagonista a los lejanos tiempos del profeta y sus psicografías.
Otra falla es que el director parece atropellarse en mostrar todos los detalles proféticos de este Nostradamus argentino. Giannini se deslumbró -y documentó- con Parravicini al igual que lo hace Gabriel, quien frenéticamente conecta fechas, lugares (ver número de la calle Avalos, telefóno de Amnis) lo que lo sumerge en una voraz confusión, paranoia (bien la persecución MIB) y un apocalíptico final con mega ola incluida del cual Hollywood nos tiene muy mal acostumbrados.