Proxémica del trámite post mortem
Uno de los mayores triunfos que se pueden encontrar en la vida quizás sea el descubrir que una causa propia une a las personas. O que un emprendimiento propio logre concretarse, generando respuestas positivas por parte del entorno, y así finalizar la misión con una buena sensación. Esto puede ser lo que sucede (o no) en el caso de Nora, que muere con todo preparado para un funeral tradicional sin complicaciones, pero intentando manipular a todos sus seres cercanos.
La premisa de la que parte Mariana Chenillo para Cinco días sin Nora es muy original y, principalmente, divertida. Cómo de un funeral o de la muerte de una persona pueden surgir tantas situaciones hilarantes o tantos momentos de tensión que deriven en un desenlace provechoso para la historia, no es más que un gran triunfo de esta jóven directora que de a poco se va abriendo camino con obras de su autoría.
Con un reparto excelentísimo, lleno de aciertos y con una química impresionante, la película cuenta los días posteriores al suicidio de una mujer con un pasado lleno de secretos. Secretos que se irán desempolvando a medida de que su ex-marido, José (descomunal interpretación de Fernando Luján), comience a aburrirse dentro del frío y silencioso departamento de la difunta, donde se tiene que quedar hasta que su hijo, Rubén, vuelva de sus vacaciones interrumpidas.
La fotografía es espectacular, y el montaje con esos flashbacks intercalados entre la mirada nostálgica de José, son los dos mejores matices del film, además del mencionado reparto y el guión escrito por Chenillo.
Es increíble como se puede pasar de la risa al drama en cuestión de segundos, gracias a los momentos milimétricamente preparados para hacer de hilo conductor de una trama que en manos equivocadas podría caer en el desastre total, por los momentos de tedio y de pesadumbre a los que se presta el luto extendido.
De todos modos, lo más significativo de la película es ese juego simbólico que la directora hace constantemente, contraponiendo dos religiones eternamente en discordia como el judaísmo y el catolisismo (¡contrastados con el ateísmo!), con sus tradiciones y costumbres puestas en juego para una lucha de posiciones que termina diluyendo -a favor de la risa del espectador- el eje central del problema: el funeral de Nora.
Además, está el hecho de que casi toda la acción trascurre dentro del apartamento, algo que se logra gracias a una utilización de los espacios muy bien tratada, junto con una dirección de arte soberbia. En definitva, un film imperdible.
Queda como punto de partida esa toma final tan reveladora, con el fin justificando los medios hasta el último plano general del edificio. Todo un acierto por parte de Chenillo, teniendo en cuenta que no utiliza el final como cierre, sino como invitación a una reflexión posterior al visionado.
Cinco días sin Nora puede parecer ambivalente en su carta de presentación (es cierto que genera dudas ese pasaje abrupto del drama a la comedia), pero una vez iniciado el trayecto o, mejor dicho, el trámite, es un disfrute asegurado, desde la historia hasta lo cinematográfico.