El cáncer en primer plano
Un diagnóstico clínico cambia el sentido de la vida de Adam Lerner (Joseph Gordon-Levitt). La rutina en el trabajo, las relaciones con su pareja, padres y amigo se desmoronan cuando el médico anuncia sin anestesia que Adam tiene cáncer. La película 50/50 de Jonathan Levine tematiza la experiencia del guionista Will Reiser, incluido en el 50 por ciento de sobrevida posible. Por eso el tono de los diálogos y sobre todo, la actitud del protagonista, están muy lejos del melodrama, las frases hechas y los golpes bajos. A tal punto que la película no transmite la catástrofe anímica del personaje. Joseph Gordon-Levitt comparte cámara con Seth Rogen, éste en el rol de su amigo Kyle. El micromundo de Adam incluye la novia, Rachael, interpretada por Bryce Dallas Howard (se la vio en el rol de la racista más notable en Vidas cruzadas); Katie, la psicóloga (Anna Kendrick) y la madre, poderosa Anjelica Huston.
La descripción del impacto personal de una enfermedad que todavía es tabú en la sociedad cumple los distintos pasos, de la incredulidad al terror, camino que el actor Joseph Gordon-Levitt recorre inexpresivo, como si el personaje no tuviera cuerpo. Justamente el territorio minado por una forma rara de cáncer óseo. 50/50 no cae en el relato lacrimógeno, el problema es que tampoco encuentra el tono para el humor negro (lo mejor del guión) que sugiere extrañamiento interior. Las reacciones son obvias. Quien pone una cuota de humanidad creíble a su personaje es Seth Rogen. El ritmo y el diseño son de telefilme, con permanentes primeros planos del protagonista. Adam se ve debilitado por la quimioterapia pero no hay un trabajo interno del actor. No emociona ni genera la empatía que logran muchos personajes de series como House y otras del montón con temática médica.