UN ARGENTINO DE COREA
En un país que se forjó por la llegada de inmigrantes de diferentes países, es lógico que el cine local busque retratar distintas perspectivas sobre estas comunidades. Son tantas las historias de familias que llegaron a Argentina en busca de un futuro mejor, escapando de guerras, hambruna y desempleo, que parece un “sitio fértil” para encontrar temas que poder filmar.
Uno de estos ejemplos es 50 Chuseok, documental dirigido por Tamae Garateguy, en el cual el actor Chang Sung Kim decide realizar una producción para conmemorar los 50 años de la llegada de los primeros coreanos a la Argentina. Durante este trabajo, también empezará a contar su historia que lo llevará a viajar a su país de origen después de más de 45 años de haberse ido.
Los primeros minutos del film muestran al conocido actor explicando y exponiendo diferentes áreas en las cuales los coreanos que viven en el país siguen con sus tradiciones y a su vez, como han adquirido las argentinas. Por estos instantes, el documental es simple, casi un institucional, donde la gracia de Chan y la buena mano de la dirección le agregan calidez a las imágenes.
Pero lentamente la película comienza a cambiar su rumbo cuando se decide viajar a Corea del sur para continuar con la realización dirigida al aniversario. Allí, se empieza a observar un viaje más íntimo y personal en la vida de Chang Sung Kim, haciendo que el tono del trabajo se modifique siendo más melancólico y emocional. Por estos pasajes se ve lo mejor del film, donde puede observarse cómo la historia de este actor es universal, que afecta a cualquiera que tuvo que irse de su país y que las imágenes pueden ser en Corea, en Italia o en España. Estos momentos reflejan en forma precisa el reencuentro con la cultura natal, con sus antepasados y a la vez, la sensación de extrañeza por un lugar que una vez fue su hogar y ahora es algo completamente distinto.
Quizás se podría decir que 50 Chuseok no tiene la prolijidad que cierto rigor cinematográfico impone. Sin embargo, esta característica hace que el film sea fresco y cotidiano, volviéndose cercano para el espectador. En definitiva, estamos ante un cálido trabajo donde se puede ver la historia de un inmigrante pero que a su vez, resulta ser la de muchos, sin importar las nacionalidades. Una producción que logra emocionar desde lo genuino, que no pretende ser grandilocuente, pero que desde su pequeñez, logra ampliamente su objetivo.