El número 50, como podrán imaginarse, es vital para este documental. Marca por un lado el 50 aniversario del primer contingente koreano que arribó a la Argentina, tanto como la primera vez que el -ya icónico- actor Chang Sung Kim (Los Simuladores, Graduados, etc.) retorna a su país de origen. Pasaron casi 50 años de la ultima vez que Chang pisó Korea; el documental, por cierto, retrata -en sus mejores momentos- este personal retorno.
50 Chuseok es ante todo un documental sobre un viaje. Viaje en un traslado material, Chang va de Argentina a Korea; y un viaje simbólico, la inmersión del propio Sung Kim en una suerte de estado transitorio, un punto medio entre su origen koreano y su vida, familia y mentalidad argentina.
Chang Sung Kim resulta una presencia envolvente. Este actor koreano-argentino, con cada chiste, expresión o frase celebre se adueña de la pantalla absolutamente. Cada una de sus intervenciones aspiran a lo memorable, lo cual muchas veces logra, ya que, después de todo, esta sería su película.
Aquí, en la oración final del párrafo anterior, llegamos al meollo del asunto; lugar donde la claridad numérica sufre de cierto empaste. El documental se desarrolla a partir de tres tipos marcados de escenas: Primero, tenemos las escenas diseñadas directamente para las reacciones de Chang. Provenientes de los sentimientos más desgarradores, tanto como de los chistes más elocuentes; Sung Kim, como buen actor, sabe plasmar una montaña rusa de emociones, que no fallan en emocionar.
Un segundo tipo de escenas comprenden cierta dosis de abstracción, como instrumento para ahondar simbólicamente en el tema de la película: el doble viaje de Chang -cuando vemos a Sung Kim arribando a Korea, y de fondo escuchamos música tradicional koreana, mimética de la lluvia-; estas escenas, tal vez escasas, permanecen correctas en su despliegue.
Por ultimo, un tercer tipo. Estas escenas se enfocan en el pequeño equipo técnico detrás de la filmación de la película; el interés de este proceder parecería ser el hacer la película de la película. La elección de hacer estas escenas fue, sin ningún tipo de duda, la peor decisión que tuvo el film.
Los dos primeros tipos de escenas funcionan perfectamente entre si. Cuando el diseño se centra en Chang -y la emoción que este tiene al llegar a la calle donde nació, por ejemplo- 50 Chuseok nos hace reír y llorar. Pero cuando el propio Sung Kim es confinado al fondo de su propia historia -y a su viaje- la película se resquebraja.
Ver a la directora Tamea Garateguy -y al equipo técnico- sacarse fotos con koreanos, mostrar como prepara y termina las escenas o atestiguar que instrucciones técnicas se dan a cámara y sonido; nos aleja del centro de la película. En estas escenas (con alguna afortunada excepción) Sung Kim queda confinando al fondo, incluso al extremo de volverse ajeno a su propia película. Aquí la pregunta: ¿Es una película sobre un viaje, o es un documental sobre un documental? Ya que ambas no coinciden.
Estas escenas nos alejan de Chang y su viaje, del contingente koreano y de sus amistades; al fin y al cabo, nos alejan de lo que más importa en el film: El 50 Chuseok (un aniversario y un reencuentro).