JUSTO EN LO PEOR DE MI VIDA
Aurore tiene los primeros calores de la menopausia y, para rematar esa idea de que se está haciendo vieja, una de sus hijas le comunica que está embarazada y se va a convertir en abuela. Pero a Aurore no le interesa demasiado, el centro de su relato es ella misma, sus miedos, sus pesares, sus dolores. Y también lo es para la película de Blandine Lenoir, que en el original lleva el adecuado título de Aurore y que aquí, como para desviar la atención, se llama 50 primaveras. Si bien esa cantidad de primaveras dan idea del paso del tiempo, para la película es sólo un tema de fondo, lo realmente importante es la reafirmación de su protagonista, ese acomodarse en esta nueva etapa de su vida donde encima su jefe, porque queda mejor, le cambia el nombre a los empleados y a ella le ha correspondido Samantha.
El film de Lenoir es otro ejemplo de ese cine francés mainstream, amable y poco arriesgado. Un cine que puede meterse con temas complejos, pero que elige siempre el camino de la despreocupación. El verdadero fracaso de este tipo de propuestas está dado en el hecho de que se pretende más complejo de lo que realmente es. Y las intenciones de Lenoir, disimuladas en un comienzo, terminan siendo las peores hacia el final: un relato que se asume como feminista, pero que no puede más que reproducir cierto imaginario conservador como síntesis de la felicidad.
La protagonista, Aurore, no sólo sufre sus cambios hormonales, también arrastra algunos fracasos sentimentales que el reencuentro con un viejo amante no hacen más que lacerar hasta arder. El suspenso en 50 primaveras está en el hecho de saber si la directora y guionista sucumbirá finalmente al drama romántico más convencional, o si preferirá alejarse de ese territorio para reflexionar por medio de sus personajes sobre el paso del tiempo, los vínculos de pareja y los roles que socialmente aceptamos ocupar por medio de esas viñetas de la vida moderna que sabe construir. Digamos que cuando la película lo hace, acierta y resulta amena entre diálogos y situaciones que escenifican aquello con bastante honestidad y humor.
En todo caso, y si la película termina cayendo en los peores lugares comunes, la notable Agnès Jaoui vuelve a construir otra de sus maravillosas heroínas urbanas como para que nos olvidemos todos los problemas de 50 primaveras. La actriz tiene el talento para funcionar tanto en el drama como en la comedia, y aquí lo demuestra con un personaje al que encima no teme ponerle el cuerpo, su cuerpo, como mayor muestra de aceptarse a sí misma.