Ni bien empieza la película, el novato director Marc Webb, a través de la voz de un narrador que todo lo sabe, se encarga de advertirnos que no estamos frente a una típica historia de amor, donde la formula “chico conoce chica” escribe por sí sola el argumento de la película. Este film es la historia de un pobre pibe que es dejado por la mujer de su vida.
Zooey Deschanel interpreta a Summer (de ahí el título original “500 días de verano”, mal traducido a “500 días con ella”), una mujercita dulce y freak que en su nuevo trabajo conoce a Tom (Joseph Gordon-Levitt) y dan comienzo a una relación con muchos tropiezos que, como bien anticipó el realizador, no tendrá un final feliz.
Visualmente la película es impecable. Con un montaje alternado, sincronizado a la perfección y con insertos de una especie de odómetro que nos informa en cual de los quinientos días nos posicionamos, el guionista nos cuenta la historia que escribió de la mejor manera posible, ya que la misma, contada de manera lineal no arrojaría el mismo resultado.
De esta manera, conoceremos las buenas épocas y el pasado color rosa entre Summer y Tom y como, de a poco, la cosa fue tomando tintes más oscuros; siempre desde el punto de vista del desdichado Tom. Sobre Summer conoceremos poco y nada pero lo suficiente para darnos cuenta que estamos frente a una persona muy especial con una personalidad poco convencional.
Las apariciones de la voz en off y la descripción de algunos personajes y/o situaciones son muy similares a la forma y el estilo que utilizó Jean-Pierre Jeunet en el excelente film francés Amelie. Éstos dan un toque distinto y embellecen la película pero dejan un suave y amargo gustito a plagio en el espectador.
Con muy buenos personajes secundarios, sobre todo el de la hermana menor de él, que hace las veces de psicoanalista, la película se hace muy llevadera y sus apariciones son muy celebradas. Sus noventa minutos de duración son un acierto, ya que podrían haber relatado muchas otras situaciones alargando, en vano, el film. Hitchcock afirmaba que una película debía durar como máximo una hora y media, ya que es el tiempo promedio que una vejiga aguanta sin empezar a enviar avisos, pasado este lapso el espectador empieza a sentirse incómodo y su visión de la película se ve alterada jugándole en contra al film.
En síntesis, una película redondita, linda y simple, de esas que de acá a unos años encontrarás a la mitad en un canal de cable y mirarás hasta que termine.