Amar(te) duele
Bocanadas de aire fresco en la renovación el cine indie norteamericano es lo que nos trae (500) días con ella (2009). La ópera prima de Marc Webb (reconocido director de videoclips) aporta al unísono inteligencia, brillantez, soltura y encanto en lo que comunmente en cine se denomina un género menor: la comedia romántica.
La historia, que nada tiene de imnovadora, es simple: chico conoce a chica, él se enamora perdidamente y ella no hace otra cosa que hacerlo sufrir. Una historia de amor que sólo duró 500 días.
A pesar de sonar cursi y ya visto, el film presenta una historia que va más allá de lo redundante y trivial exhibiendo algunos elementos esquematizados como la idealización del amor, el destino predeterminado y la depresión post ruptura sentimental, pero logrando que la representación de los mismos se vuelvan brillantes en su desarrollo, evitando el lugar común y el facilismo en la resolución del conflicto.
Marc Webb domina con inteligencia una puesta en escena clásica sin renunciar a una estética independiente. Esto se ve ejemplificado -no sólo- en la utilización de una banda sonora con temas del grupo The Smiths, sino también en las claras referencias cinéfilas, la delicada elección del vestuario conjugado con una propuesta visual pop.
El uso de la pantalla dividida para separar la realidad y las expectativas junto al número musical espontáneo luego de una relación sexual son dos de los puntos más altos de (500) días con ella, logrando el equilibrio justo entre kitsch y arte. Ráfagas de comicidad provocados por una mirada melancólica y contemplativa que causan pena y felicidad al mismo tiempo.
El relato gana en inteligencia al perder la linealidad de la historia, ésta se va construyendo en diferentes temporalidades dentro de los 500 días a los que hace referencia el título. Así tenemos flashbacks dentro de flashbacks combinados con flash forwards. Esta metodología no sólo dinamiza la historia, sino que -además- juega con el espectador haciéndolo participe de la trama al tener que hilvanar los hechos en su mente para armar el rompecabezas.
La química que ejercen entre sí (y con el público) los dos protagonistas es lo que termina por conjugar la historia en un film perfecto. Tanto Joseph Gordon-Levitt, como Zooey Deschanel no hacen más que generar destellos de brillantez en cada uno de sus parlamentos, sus gestos y sus silencios.
Es increíble como una historia de nerds aspirantes a yuppies convertidos en terroristas emocionales, puede llegar a dar un giro sobre su propio eje y revalidar una serie de elementos cinematográficos que convierten a (500) días con ella en la gran comedia del año. Excelente por donde se la mire.