Crónica de un amor perdido y anunciado
El relator en off avisa temprano: “Ésta es una película de ‘chico conoce chica’ pero no es una historia de amor” (a propósito, que no cunda el pánico, el locutor no arruina ni un poco el film). Por arriesgar una clasificación, se puede decir que 500 días con ella es un film sobre una relación entre un hombre y una mujer que más que una relación es como un globo suelto al viento, sujeta a humores y presupuestos. También desde el principio sabemos que esa relación fracasó y que el medio millar de días que menta el título corresponden al período de tiempo que pasó desde que la pareja se conoció hasta que se separó.
Él es Tom, un aspirante a arquitecto que se gana la vida escribiendo tarjetas de salutación para una pequeña empresa; ella es Summer, una joven que ingresa en la firma como asistente del gerente. Tom (un Joseph Gordon-Levitt notable) queda flechado casi inmediatamente, y con razón: la chica (Zooey Deschanel, ya abonada a estos papeles de encantadora díscola) es hermosa, etérea, simpática y desprejuiciada. Y también dueña de una concepción de la pareja despojada: deben construirse sin histerias que la arruinen. Con Tom no pasa lo mismo: él sí cree en eso de conseguir a alguien que lo quiera y poder aferrársele como a una tabla salvadora.
Con ese material, el debutante Webb arma una comedia agridulce que va contando los días en forma desordenada: la narración puede ir del día número 2 al 430, digamos, saltando entre el apogeo de la relación y sus días aciagos. Y allí están en sus roles fijos Summer y Tom, ella calibrándola, él sufriéndola y sin saber cuándo se acabará el cuento. Y con Tom está el espectador, balconeando con tristeza la crónica melancólica –“el placer de estar triste”, dicen que dijo Victor Hugo cuando definió la melancolía– de alguien que, se sabe, ya perdió. Un tipo que nunca debió provocar el infierno tan temido de saber que, hiciera lo que hiciera, jamás sería el elegido.