“61. La Verdad Interior” de Sofía Brito. Crítica. Dos mundos compartidos. Matias Frega Hace 7 horas 0 15 El viernes 2 de septiembre llega al Cultural San Martín la ópera prima de la directora Sofía Brito: “61. La Verdad Interior”. Este ensayo documental, que debe su nombre a uno de los hexagramas del i-ching, retrata el tiempo compartido de la realizadora junto al director norteamericano James Benning mientras ambos atravesaban el proceso creativo que finalmente concluyó en la filmación de dos trabajos, en el caso de Benning la cinta “Telemundo” (2019) y en el caso de Brito este documental. James Benning es un director de amplia trayectoria en el cine de los Estados Unidos. En sus más de 40 años de carrera filmó una gran lista de películas convirtiéndose en un gran exponente del cine experimental. A su vez, se dedica a la docencia y fue gracias a esto que una vez en Buenos Aires dictó una clase en donde conoció a Sofía Brito. Charlas y mails de por medio lograron que estos dos mundos se juntaran para hacer una película. Ambos realizadores están separados por culturas e idiomas diferentes, ella habla muy poco inglés y él nada de español, pero comparten un lenguaje que los une: el cine. “61. La Verdad Interior” compila todo lo que no se ve en el film de Benning, ese proceso creativo tan rico que es el corazón y alma de la película que luego se busca plasmar ante la cámara. Pero, decir que eso es únicamente la sinopsis del film sería erróneo. Los protagonistas se embarcan en un viaje interior y de observación, donde cuestiones existenciales se manifiestan y se intentan volcar en palabras. James y Sofía comparten momentos de suma profundidad que son un regalo para el espectador. Este film tiene dos miradas para ser analizado, primero desde lo cinematográfico y el poder que el género documental posee para despertar un sinfín de sentimientos genuinos y segundo desde lo personal, aquí la realizadora comparte una de las experiencias más importantes y marcantes de su vida y las vuelve material para que el resto lo aprecie. Es común en las personas vivenciar momentos que quedan en la mente y el corazón por siempre, pero no todos tienen la posibilidad de dejar un registro tan detallado.
“61. La Verdad Interior” de Sofía Brito. Crítica. Dos mundos compartidos. Matias Frega Hace 7 horas 0 15 El viernes 2 de septiembre llega al Cultural San Martín la ópera prima de la directora Sofía Brito: “61. La Verdad Interior”. Este ensayo documental, que debe su nombre a uno de los hexagramas del i-ching, retrata el tiempo compartido de la realizadora junto al director norteamericano James Benning mientras ambos atravesaban el proceso creativo que finalmente concluyó en la filmación de dos trabajos, en el caso de Benning la cinta “Telemundo” (2019) y en el caso de Brito este documental. James Benning es un director de amplia trayectoria en el cine de los Estados Unidos. En sus más de 40 años de carrera filmó una gran lista de películas convirtiéndose en un gran exponente del cine experimental. A su vez, se dedica a la docencia y fue gracias a esto que una vez en Buenos Aires dictó una clase en donde conoció a Sofía Brito. Charlas y mails de por medio lograron que estos dos mundos se juntaran para hacer una película. Ambos realizadores están separados por culturas e idiomas diferentes, ella habla muy poco inglés y él nada de español, pero comparten un lenguaje que los une: el cine. “61. La Verdad Interior” compila todo lo que no se ve en el film de Benning, ese proceso creativo tan rico que es el corazón y alma de la película que luego se busca plasmar ante la cámara. Pero, decir que eso es únicamente la sinopsis del film sería erróneo. Los protagonistas se embarcan en un viaje interior y de observación, donde cuestiones existenciales se manifiestan y se intentan volcar en palabras. James y Sofía comparten momentos de suma profundidad que son un regalo para el espectador. Este film tiene dos miradas para ser analizado, primero desde lo cinematográfico y el poder que el género documental posee para despertar un sinfín de sentimientos genuinos y segundo desde lo personal, aquí la realizadora comparte una de las experiencias más importantes y marcantes de su vida y las vuelve material para que el resto lo aprecie. Es común en las personas vivenciar momentos que quedan en la mente y el corazón por siempre, pero no todos tienen la posibilidad de dejar un registro tan detallado.
Proyectada en el marco del DOC Buenos Aires, “61, la Verdad Interior” representa un personal ejercicio de documental-ensayo. Un encuentro de dos personas que no hablan el mismo lenguaje, una reflexión acerca del tiempo. Durante el metraje si cita al poema “En esta noche, en este mundo”, de Alejandra Pizarnik. Nada es arbitrario, lo que no se dice con palabras ni es racionalmente comprensible, nos invita a descifrar su sentido oculto. El entendimiento de un relato transita otra frecuencia alternativa que no suele bordear superficies. El proceso de creación de una película que filmó la autora Sofía Brito junto a James Benning, titulada “Telemundo” y estrenada en 2018, funciona como disparador del presente ejercicio. Representante del género estructuralista y especialista en capturar ‘pasajes’, bajo la tutela del emblemático David Bordwell, Benning es un director reputado dentro del ambiente underground norteamericano. Cuarenta años de vida separan a ambos, pero es mucho más lo que los une. La latente voluntad de comunicarse y entenderse, discernir que hay más allá del lenguaje, se convierte en el punto de inflexión de un proceso creativo no exento de obstáculos; vericuetos, errores, pasos falsos, que son parte del proyecto mismo, de su esencia, allí radica un acto de libertad. “61, la Verdad Interior” nos hace parte de cómo se filma una película desde la artesanía total. Brito pone en acción sus ideas; sus manos, un teléfono celular y una computadora constituyeron sus únicos recursos. Indaga en lo ambiguo del lenguaje, significados y significantes revelados. Las palabras representan y no, comunican y no. Cuestiones de semiótica, o polos extremos que se atraen. El paso del tiempo o las pequeñas nimiedades de la vida, nada queda fuera del radar de la realizadora. La idea crece, evoluciona, cobra forma y acaba en la gran pantalla, conformándose como una especie de cine destinados a paladares selectas y que presta atención al adentro, a lo contemplativo.