Producida por el veterano Sam Raimi, en compañía de Scott Beck y Adrian Woods (dupla de creadores de “Un Lugar en el Silencio”, también desempeñándose aquí como directores), llega a las salas una historia de sobrevivencia. Una nave estrellada en un planeta sesenta y cinco millones de años atrás nos coloca en coordenadas muy precisas. La catastrófica colisión da rienda suelta al más imaginativo mundo de ciencia ficción, un diamante en bruto que acaba dilapidándose, más pronto que tarde, a ojos de los amantes del género. Exigua creatividad no iguala potencial a expectativas. El relato coloca a dos humanos a la deriva ante el amenazante ataque de una serie de criaturas de CGI bajo la forma de dinosaurios sacados de la franquicia “Jurassic Park”. El panorama no puede ser más hostil. La narrativa, en busca de resaltar el costado más vulnerable de dos que llevan las de perder, explora el pasado de sus personajes protagonistas (encarnados por la estrella Adam Driver y la joven Ariana Greenblatt), potenciando el vínculo que los une. Sin embargo, deja gusto a poco. Escapatoria de túneles y arenas movedizas como experiencia inmersiva funcionan de modo inconsistente. “65” carece de tensión, rebalsa de vacío emocional y se vuelve reiterativa.