Los guionistas de la primera Un lugar en silencio son los realizadores de 65, otra historia en la que los protagonistas son pocos -entre ellos, Adam Driver-, viven huyendo y las amenazas son espeluznantes.
Bueno, tal vez no sea para tanto.
Lo que es seguro es que, para bien de 65: Al borde de la extinción -no habla de ninguna línea de colectivos que esté por dejar de circular-, no hay que entrar en comparaciones con la película de John Krasinski. Y como aquí hay un adulto y una niña en peligro, tampoco conviene recordar la dinámica de la pareja de la serie The Last of Us.
No.
Pero hablemos de 65, que en la quiniela significa El cazador, algo que debe despreocupar a los guionistas. Hace 65 millones de años, en una galaxia muy parecida a la nuestra, porque todo transcurre en la Tierra, un astronauta de otro planeta (pero con apariencia humana, tanto que es igual a Adam Driver) se estrella por aquí, kilómetro más, milla menos.
Mills tuvo que emprender un viaje de dos años de duración, para poder pagar un tratamiento a su hijita. Se ve que ese planeta de donde proviene se parece mucho a la Argentina, y los problemas económicos de la clase trabajadora (y con las obras sociales o prepagas) son más antiguos de lo que pensábamos.
Y en eso estaba Mills, conduciendo la nave cuando una inoportuna tormenta de asteroides lo hace estrellar con la Tierra. No es el único sobreviviente. También está Koa (Ariana Greenblatt), una niña que no entiende una palabra de inglés -menos mal que Adam Driver sí, porque sino, nosotros no entenderíamos tampoco nada-. La cosa es que el ambiente viene movido: hay dinosaurios que atacan, hambrientos.
Pero presumiblemente nunca probaron carne humana, o la que tengan Mills y Koa. Bien dicen que cuando hay hambre no hay pan duro.
Aparatito salvador. No vamos a adelantar para qué le sirve, pero se ve que Mills provenía de una sociedad de avanzada, ya hace 65 millones de años.
Aparatito salvador. No vamos a adelantar para qué le sirve, pero se ve que Mills provenía de una sociedad de avanzada, ya hace 65 millones de años.
Para suerte de Mills y Koa, los dino no hacen como nos enseñaron Michael Crichton y Steven Spielberg en Jurassic Park: que los velociraptores atacan de a tres, dos de costado y uno de frente. Acá se ven unos bichos que, si no son raptors, son primos segundos. Pero son medio gansos (con perdón de la distinción de especie). Y Mills cuenta con un arma de alta tecnología como para defenderse, a él y a Koa.
Como en "The Last of Us", pero no
La relación de Mills con la niña es como la de padre adoptivo, y ella, de hija sustituta, como sucede igual, igual en The Last of Us. Raro que Driver haya elegido este papel, viendo el resultado final, porque por lo general apuesta al cine independiente, y si va al mainstream, al comercial, son tanques como para llenar los cines.
No sería éste el caso.
Y Greenblatt, a quien vimos en un papelito en In the Heights -es hija de madre portorriqueña- y veremos a mitad de año en Barbie, con Margot Robbie y Ryan Gosling, conoce el timing y no desentona.
Tampoco es el debut de Beck y Wood en la dirección, ya que tienen en su curriculum La casa del terror (Hunt) y La novia viste de sangre. Sí, cuando dirigieron se habían volcado más al terror, y no al suspenso como en Un lugar en silencio.
Igual, Scott Beck y Bryan Wood escriben corto. No se sabe si por apuro, porque se les acaba Internet o tienen pocas ideas y prefieren exprimirlas. Un lugar en silencio duraba 90 minutos, y ésta, 93. Pero en este caso, y viendo cómo termina y lo floja que es la película, es probable que alguien desde la producción haya decidido recortar la duración.
Ya se sabe: cuando una película no termina de convencer, y se estima que durará poco en cartelera, los inversores -suponemos que no Sam Raimi, que es uno de los productores- ruegan porque ese primer fin de semana, antes de que el boca en boca la mate, tenga muchas más pasadas, funciones por sala, para poder recaudar algo más y recuperar lo invertido. No es lo mismo que dure dos horas a que dure hora y media.
No es nuevo.