Siga a esa carretilla
Propuesta oriunda de Paraguay, suelo poco explorado y escasamente conocido en materia cinematográfica. 12 cajas asoma como un exponente digno de ser recordado por su gran puesta en escena, por su fuerza y por su vertiginoso ritmo, principalmente ese que en su arranque, a puro vigor y a pasos galopantes sumerge de lleno al observador en la historia. Película que puede ser enmarcada como un thriller con momentos o tintes de acción, que a la vez mezcla algunas que otras secuencias de humor de tono socarrón. Dirigida por Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori y nominada a Mejor Película Hispanoamericana en los Premios Goya de 2012, arriba un poco tarde a las salas argentinas.
Los directores nos enseñan lo arduo que puede resultar el trabajo en algunos sectores de su país, así como también las miserias del mismo. Víctor es un jovencito carretillero que trabaja en un mercadito en el que la competencia por “ganarse el mango” se deduce y se percibe agitada. Nuestro protagonista se nubla y se aísla cada vez que enfoca su vista en la televisión; sueña con aparecer en ella. El punto de inflexión se da cuando le encargan el transporte de siete cajas cuyo contenido desconoce. Como anticipo le entregan la mitad de un billete de 100 dólares, de modo que una vez concluida la encomienda pueda recibir la mitad restante. En el camino, las cosas se complican más de la cuenta.
Si hay algo por lo que realmente se justifica el visionado del film es por su ágil, trepidante e hiperactivo comienzo. La media hora inicial porta una energía y una frescura contagiosa que enlaza espontáneamente al espectador con los sucesos. Esta presentación es factiblemente el punto más alto de 7 cajas. Pero como ocurre con todo pico o auge, en algún momento la estabilidad cambia de rumbo y el declive se hace manifiesto, en este caso de un modo no tan vertical, permitiendo así el mantenimiento de la expectación para quienes observan del otro lado de la pantalla.
Existen pasajes en los que diferentes sucesos alarman o incrementan la tensión. El abanico de variantes que se utiliza para crear esa sensación de nervio funciona favorablemente, sobre todo en lo que concierne a la primera mitad del relato. El problema quizás esté dado en el grado de pesimismo o en el carácter perjudicial, contraproducente de cada uno de los acontecimientos que se exhiben. Todos los personajes parecen tener una dosis elevada de mala suerte, infortunio o lo que sea que los haga verse envueltos en un sinfín de oportunidades adversas, algo que a la larga puede terminar impacientando o molestando más de lo necesario al público.
Los realizadores paraguayos nos muestran, entre verdades e ironías, el funcionamiento de una determinada zona, en donde nadie es de fiar y el ritmo de vida se siente tan duro como desmoralizador. No escatiman a la hora de despotricar contra el mecanicismo o el accionar policial, aplicando unas cuantas y, mayoritariamente, buenas rebanadas de comedia negra (como se ha visto en otras tantas narraciones) que encierran una burla hacia la inoperancia de esa fuerza en particular.
7 cajas acaba redondeando una buena performance. Llevadera, entretenida aunque algo intermitente desde el segundo tramo en adelante, resulta una propuesta más que interesante.
LO MEJOR: el comienzo, vertiginoso, explosivo. Buena puesta en escena. Las situaciones y la tensión.
LO PEOR: pierde inevitablemente el ritmo hacia la segunda mitad.
PUNTAJE: 7