Hermanos, adulterio y crimen Testigo íntimo representa la segunda película en la filmografía de Santiago Fernández Calvete, también a cargo del guión. Se trata de un policial en el que la intriga se encuentra bien dosificada, siendo tal vez uno de los componentes que más atrae al espectador, manteniéndolo en vilo hasta el final. Facundo (Felipe Colombo) es un joven abogado que trabaja para el estudio de su suegra (Graciela Alfano). Su vida comienza a sufrir altibajos, tanto en lo que concierne al ámbito laboral como en lo que respecta a lo sentimental. Este último aspecto es el que se torna más importante e inquietante, puesto que Facundo lleva una relación clandestina con Violeta, la pareja de su hermano Rafael. Vale la pena remarcar la apreciable labor realizada por el director, quien nos sumerge en los hechos combinando una puesta en escena prolija y cautivante con una historia que, más allá de algunas irregularidades, se percibe entretenida y enigmática en virtud de lo que el observador intente vaticinar que pueda llegar a ocurrir con el correr de los minutos. Es aquí, en el apartado volcado a la intriga, donde Testigo íntimo saca mayor provecho: el crimen es abordado desde diferentes ángulos que nos permiten reflexionar acerca de la presencia cada vez más omnipresente de la tecnología (cámaras de seguridad, redes sociales, mensajes de texto), así como también sobre el componente afectivo y los lazos familiares, en este caso entre los hermanos y sus respectivas relaciones de pareja, con todo el embrollo que se da en la trama vinculado a la infidelidad. Los secretos parecen ir difuminándose en tiempos tecnológicos. Si bien la obra tan sólo dura poco más de hora y media, es en el nudo de la narración donde las cosas se vuelven un poco menos atrayentes por la dificultad que se siente, desde este lado de la pantalla y por parte del relato en sí, para generar un clima de mayor desasosiego y de menor nivel reiterativo. En el tramo final, Santiago Fernández Calvete dota a su proyección de nervio, arribando al máximo grado de conexión y de expectativa. Es allí, en el desenlace, donde Testigo íntimo consigue redondear una performance positiva valiéndose de unas vueltas de tuerca ingeniosas y poco esperadas, de esas que necesita un thriller para revalorizarse y dejarnos una buena sensación de conformidad. LO MEJOR: el nivel de intriga que conserva. El cierre, con sus giros. LO PEOR: intermitente en determinados pasajes. La música desentona en algunas secuencias. PUNTAJE: 6,5
Extraños anfitriones Hace bastante que las proyecciones de M. Night Shyamalan vienen dejando un sabor bastante amargo en el público. El efecto es peor cuando el rechazo se produce en quienes se autodenominaron como seguidores de las obras cinematográficas del director de The Sixth Sense. El caso de The Visit, representa una suerte de redención, puesto que el hindú, sin forzar las situaciones y con un estilo para nada pretencioso, consigue recuperar parte de la esencia del buen cine que lo supo caracterizar al menos en sus primeras cintas (incluyendo a The Village). También es una demostración de que con bajo presupuesto se puede obtener un resultado interesante y cautivador a la vez. La historia se centra en dos pequeños hermanos que van a visitar a sus abuelos, sin haberlos conocido antes, por un problema familiar que los alejó de su madre. Los niños filman todo lo que viven como experiencia allí. La regla impuesta por los ancianos radica en que los jovencitos deben acostarse a las 21:30 hs. y no salir de su habitación a partir de ese horario. Lo que van descubriendo empieza a tornarse cada vez más retorcido. Shyamalan recurre al falso documental para abordar el relato, diferenciándose de diversas piezas del género de terror al añadirle unas cuantas pizcas de humor que funcionan como un canal que hace más llevadero el asunto. Estos toques humorísticos con los que el realizador adorna la película son los que aportan frescura y separan a la obra de otras que, en un intento serio por suscitar temor, acaban resultando unilaterales, monótonas y carentes de impronta o creatividad. Es una clara y buena muestra de cómo valerse del empleo de un recurso tan utilizado (y cada vez de forma menos efectiva) como el found footage, al servicio de una historia simple pero contada de manera socarrona, intrigante y levemente aterradora. Los pequeños Olivia DeJonge y Ed Oxenbould sostienen, a lo largo de todo el film, sus interpretaciones muy convincentemente, algo que suma de cara a la valoración final de The Visit. Más allá de lo mencionado y de unos apreciables sustos (sencillos pero prácticos), queda la impresión de que se pudo haber pulido un poco mejor el desenlace. En líneas generales pesa más lo positivo y, dentro de ello, queda la mecha encendida para que a partir de aquí el director continúe remontando en sus próximos proyectos. LO MEJOR: la historia, sencilla, pero abordada desde la intriga, el terror y la comedia. LO PEOR: el cierre, no convence netamente. PUNTAJE: 7
Más corridas, menos entusiasmo Maze Runner: Prueba de Fuego termina dejando una sensación muy diferente de la que supo causar en el espectador la entrega precedente, también bajo la dirección de Wes Ball. La frescura y el grado de sorpresa que distinguieron a aquella pieza cinematográfica que abría la saga se ausentan en esta segunda edición, o al menos lo que se visualiza en pantalla se percibe, a medida que los minutos pasan, como cada vez más insustancial. Thomas (Dylan O’Brien) tendrá que buscar, junto a sus compañeros, pistas sobre la poderosa organización conocida como CRUEL, a fin de desenmascarar los planes que los superiores de este orden vienen engendrando. Tras un comienzo entretenido y bien dosificado de intriga en relación a lo que experimentan nuestros protagonistas, la cinta logra mantener la expectación gracias al ritmo trepidante que porta. En la primera mitad del film el observador puede sentir entusiasmo y conformidad, producto de las largas maratones que Thomas y compañía llevan a cabo huyendo de acechantes de todo tipo. También es factible que gran parte del público pueda sentir, siguiendo con este último punto, que la diversidad de elementos antagónicos que ponen el asunto en apuros, desde la persecución de Janson (Aidan Gillen) y su entorno hasta la embestida de zombies (sí, extrañamente emergen zombies) resulte algo traída de los pelos o, a primera impresión, de apariencia inconexa en parangón con lo que se podía esperar de su desarrollo. Es así como la historia se sumerge en un peculiar cóctel de acontecimientos y sujetos o especies variadas, poniendo en riesgo nuestras expectativas creadas de antemano. Es cierto que, de todos modos, se trata de una adaptación de la saga literaria de James Dashner y sus componentes fueron ideados en la obra. No obstante, en el salto a la pantalla grande existen cuestiones no abordadas de la mejor forma, algo que irremediablemente atenta contra la proyección en sí, debilitando gradualmente la urdimbre sobre la que se había tejido el relato al principio. Uno de los problemas más notorios de Maze Runner: Prueba de Fuego radica en la manera en que los eventos de mayor precipitación se resuelven: la aparición de cualquier factor que salve a uno u otro personaje a último momento se aplica con tanta reiteración que lo que más se consigue es el agotamiento del recurso y, como consecuencia de ello, la pérdida del factor sorpresa. La cinta de Wes Ball se encuentra partida en dos: una porción, la que nos enseñan al arranque de la película, es disfrutable, inquietante y enérgica; por lo contrario, el fragmento restante que ocupa espacio desde la mitad hasta el desenlace, resulta más pesado, previsible y falto de fibra. LO MEJOR: la primera mitad del film. La grata presencia de Giancarlo Esposito (el gran Gustavo Fring de Breaking Bad). LO PEOR: pierde fuerza conforme avanzan los minutos. Algunas actuaciones no convencen ni generan empatía. PUNTAJE: 5
El último uppercut Southpaw, el flamante trabajo de Antoine Fuqua (Training Day, The Equalizer) es un drama de boxeo casi estereotipado que aparenta beber de varias fuentes propias de obras cinematográficas similares. Se trata de una historia tal vez poco novedosa, pero volcada en la gran pantalla de forma correcta, prolija e incluso entretenida, que se sostiene principalmente por la soberbia actuación (otra vez) de Jake Gyllenhaal. El acompañamiento de los secundarios conforma también un lugar importante. Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es un boxeador en ascenso que, tras mucho esfuerzo (y sangre derramada durante cada noche de pelea arriba del ring), vive en una mansión con su esposa Maureen (Rachel McAdams) y su pequeña hija Leila (Oona Laurence). De a poco, todo comienza a complicarse desde el aspecto económico hasta el relacionado con los afectos. Además (lo más significativo) un trágico episodio da vuelta por completo las cosas, desmoronando la vida de Billy, quien deberá comenzar de cero para sobreponerse y salir a flote. Fuqua aborda un relato predecible, tal vez con muchos lugares comunes y situaciones que dan la sensación de que ya las hemos visto antes. Los diálogos en Southpaw tampoco son memorables; se trata simplemente de una narración acentuada por el intenso dramatismo que supone el hecho de perderlo todo de un momento a otro, de caerse y tocar fondo. El desafío radica en volver a levantarse. La esperanza, la fe en uno mismo, los valores y los códigos aparecen en una buena cantidad de pasajes para remarcarnos la lucha constante de nuestro protagonista ante una realidad que lo ha golpeado más duro que cualquier otro adversario dentro del cuadrilátero. El director, aprovechando lo que caracteriza a la narración y a la temática en sí, toma algunos elementos de proyecciones (y personajes de estas) semejantes y los planta en escena, permitiendo así que el espectador, casi de forma automática, pueda encontrar en Southpaw referencias o ciertas similitudes en relación a films tales como Rocky o Million Dollar Baby, por citar dos ejemplos. Mención especial merece Jake Gyllenhaal, puesto que su labor aquí es tan grande y sentida que deja en evidencia que sin su colaboración la cinta sería mucho más olvidable e intrascendente de lo que en verdad se percibe. El actor de Brokeback Mountain supo conquistar como un detective con tics nerviosos en Prisoners, así como también cautivó a través de un doble juego de personalidades en la intrigante Enemy. Ni que hablar del sociópata ojeroso e inescrupuloso que compuso para personificar a Louis Bloom en Nightcrawler. En esta oportunidad y con un nuevo cambio físico, Gyllenhaal encarna a un boxeador parco, hundido en la angustia y con una ira acumulada que amenaza a cada instante con salir a la luz. Lo admirable no radica sólo en su virtuosa, sobresaliente y conmovedora interpretación, sino además en la capacidad que posee para no repetir siquiera un gesto de los roles que le hayan tocado desempeñar con anterioridad. Más allá de una continua inclinación hacia lo dramático e incluso a pesar de pasarse un poco de la dosis justa de acontecimientos en los que emerge el golpe bajo, Southpaw convence y entretiene. La emotividad se fusiona con la tensión y la adrenalina que poseen las secuencias de boxeo (muy bien rodadas). LO MEJOR: la brillante actuación de Gyllenhaal. Sólida tarea de Forest Whitaker, principalmente, y secundarios. Conmovedora, una historia bien narrada. LO PEOR: predecible. Tiende a abusar de las situaciones dramáticas. PUNTAJE: 7,6
La casa del horror El esperado film de Pablo Trapero, que inquietaba de la misma forma en que motivaba con lo que se podía apreciar en su tráiler, no decepciona. Esencial resulta la mano del director de Carancho para que la narración conserve el interés y mantenga netamente enfocado al espectador. En la balanza, pesa mucho más lo positivo, y dentro de ello vital importancia encuentra el rubro técnico. El rodaje y lo sonoro acaban resultando dos de los aspectos mejor trabajados en la aberrante crónica acerca de la familia Puccio. Basada en hechos reales y ambientada en la década del ochenta (con determinados apartados que van remarcando el contexto y la época), El Clan introduce al observador en lo que probablemente haya representado uno de los casos policiales más estremecedores de la historia de la sociedad argentina. Arquímedes (Guillermo Francella) es el padre de cinco hijos y esposo de Epifanía. En el interior de la familia Puccio, de apariencia unida y formal para quienes ven desde afuera, se esconde un oscuro clan dedicado al secuestro extorsivo y asesinato de personas. Todo bajo la estructurada, fría y horripilante planificación de Arquímedes, acompañado por dos de sus hijos, Alejandro (Peter Lanzani) y “Maguila”, el militar retirado Rodolfo Franco y sus amigos Guillermo F. Laborde y Roberto Díaz. El Clan funciona principalmente por la forma en que Trapero nos sumerge en los acontecimientos a través de un pulso narrativo firme. La proyección no requiere de un relato desbordante de nervio para intrigar y cautivar. Su ritmo, en ocasiones pausado, no se presenta como un obstáculo para el visionado de la obra, sino más bien como un ejercicio dotado de misterio que despliega un apreciable halo de magnetismo, producto también de la atmósfera siniestra y del carácter perverso, propio de cada uno de los sucesos que se van exhibiendo. Destacable es el papel desempeñado por Guillermo Francella, quien incluso después de su rol en El secreto de sus ojos continuó, para muchos, encasillado como un actor cómico. Francella supera altamente el desafío impuesto para encarnar al inescrupuloso Arquímedes. Las dudas que se acumulan al comienzo del film sobre la performance de nuestro intérprete central, se van disipando conforme los minutos pasan hasta evaporarse por completo desde la segunda mitad hacia adelante, instancias en las que el psicópata padre de familia nos muestra, con mayor voracidad, su lado más vil y repudiable. Por otra parte, entre algunos secundarios quizás de tibia labor, el que realmente convence a través de su interpretación es Peter Lanzani. El empleo de la cámara no es un detalle menor en El Clan. Pablo Trapero se encarga de deleitarnos con algún que otro elegante y sugerente plano secuencia (como el que se puede visualizar en el tráiler) para darle continuidad a una escena, añadirle una pizca de suspenso y a la vez descubrir un determinado hecho. Además, muchos de los pasajes de la cinta ganan puntos extra gracias a un excelente soundtrack (suena desde Wadu Wadu de Virus hasta Tombstone Shadow de Creedence) que se fusiona gratamente con las situaciones que se exponen, otorgándole un nivel más alto de dinamismo y de enlace, algo que contagia y además entusiasma al público. En un 2015 en el que tal vez no nos hayamos topado con piezas cinematográficas descollantes, El Clan emerge como una apuesta fuerte, que se vale de una historia narrada sólidamente y poseedora de un final sobrio, admirable. LO MEJOR: el relato, la gran interpretación de Guillermo Francella. La música combinada con la maestría de rodaje de muchas escenas. El desenlace. Interesante labor de Peter Lanzani. LO PEOR: algunos roles secundarios modestos, aunque no del todo convincentes. PUNTAJE: 8,6
Ethan Hunt, la manifestación viva del destino La saga de Misión Imposible se mantiene viva y no da muestra alguna de sufrir una recaída grave. Al menos esa es la impresión que queda al término de esta quinta entrega, que llegó con la fuerza de un aluvión tras su desenfrenado tráiler. Con Christopher McQuarrie al mando de la dirección (también del guión), la franquicia parece no sólo estar a salvo, sino incluso rejuvenecer. El baño de frescura que le imprime el realizador de Jack Reacher impacta y contagia. Misión Imposible 5: Nación Secreta representa probablemente el mejor estreno pochoclero en lo que va del año. Con la FMI disuelta y con Ethan Hunt (Tom Cruise) a la deriva, el equipo tiene que enfrentarse contra el Sindicato, compuesto por agentes especiales altamente entrenados. Los actos de terrorismo que pueden ocasionar estos grupos ponen en alerta a Ethan, decidido a reunir a sus hombres de confianza a la vez que es acompañado por la agente Ilsa Fraust (Rebecca Ferguson), quien puede que sea miembro o no de esta nación secreta. Sorprende el hecho de que luego de una importante cantidad de misiones, caracterizadas por su elevado grado de complejidad, se idee una nueva aventura en la que los giros y la solidez narrativa formen parte de los puntos más fuertes del film. McQuarrie se las ingenia de modo que el relato, con sus inteligentes vueltas de tuerca, se aproxime lo mayormente posible, en nivel de satisfacción, a la adrenalina propia que se desprende de cada una de las frenéticas secuencias de acción. Sus dotes como guionista le permiten conseguir que ese cóctel acabe siendo explosivo y convenza al público. No se trata simplemente de un episodio más, sino de una agradable bocanada de aire fresco. La manifestación viva del destino es la frase que Hunley (Alec Baldwin) elige para referirse a Ethan Hunt. Nuestro protagonista, encarnado por Tom Cruise, con el carisma y la impronta que siempre posee, vuelve a hacer de las suyas y a introducirse en una situación más enredada que otra. Ethan sabe y está seguro de lo que puede llevar a cabo, por ende parece tener la certeza de lo que va a acontecer cuando emprende una misión. Mención especial merece el rol desempeñado por Simon Pegg: el actor británico genera un alto grado de empatía (como suele ser costumbre), producto de la espontaneidad con la que se desenvuelve en sus intervenciones. La sueca Rebecca Ferguson combina con eficiencia la frialdad y la rigidez que requiere su personaje, resultando convincente. Misión Imposible 5: Nación Secreta es un ejercicio de acción que sabe cómo contrarrestar la previsibilidad de los sucesos que exhibe; el observador no estará exento de sentir una aguda tensión a pesar de que pueda predecir cómo concluirá determinada escena. Este es uno de los aspectos que la diferencian de otras tantas producciones taquilleras en las que lo estruendoso se impone holgada y vacuamente a la sensación de peligro. Entretenida, portadora de un ritmo endemoniado, con toques de humor e inteligentemente concebida, la proyección engendrada por Christopher McQuarrie no da respiro ni mucho menos lugar a que el espectador mire su reloj. LO MEJOR: la dinámica desenfrenada y voraz del film. El guión. Las vueltas de tuerca. El humor que se le imprime a determinadas instancias. El carisma de Cruise y de Pegg. Supera con creces a la entrega anterior. La épica escena que se da debajo del agua. LO PEOR: la exageración desmedida en alguna que otra secuencia. PUNTAJE: 9
Viejo, pero no obsoleto Alan Taylor se pone al mando de Terminator Génesis con el fin de darle una nueva (y cuestionable) vuelta de tuerca al asunto. Sumamente difícil resulta renovar las cosas cuando, tras cuatro proyecciones, las ideas parecen haber sido bastante exprimidas en una saga que para muchos debió haber concluido con la excelente segunda entrega. La presencia de Arnold Schwarzenegger acaba resultando absolutamente necesaria para que la obra de Taylor sume unos cuantos puntos extra. Es que este ícono del cine de acción saca a relucir los mejores momentos de la historia, ya sea por sus imponentes apariciones como guardián y protector de Sarah Connor o bien por sus acertados toques de humor a través de comentarios que encuentran respuesta positiva en el espectador. Arnold está viejo, pero no obsoleto, como no se cansa de repetir su personaje en determinados pasajes de la narración. El director nos adentra en un futuro en el que un grupo de rebeldes humanos liderado por John Connor (Jason Clarke) y secundado por Kyle Reese (Jai Courtney) intentan ponerle fin al sistema de inteligencia artificial Skynet. Para salvaguardar el futuro, Connor envía a Reese a 1984 para proteger a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator programado para matarla con el fin de que no llegue a dar luz. Terminator Génesis se vale de la utilización del recurso de viajes en el tiempo con la misión de añadirlo como un giro argumental que suene renovador, aunque no innovador. El relato se ve envuelto en una especie de similitud con Back to the Future, por las situaciones que se van sorteando y por todo aquello que implica el regreso a cierta época para modificar el porvenir. No hay nada que no se haya inventado o visto antes en relatos vinculados a las causas y consecuencias que se puedan desprender de toda esa maraña de sucesos asociada a las líneas temporales. En este aspecto mencionado, el enredo se hace presente (hasta quizás de a ratos confunda) y, pese al esfuerzo por tratar de explicarlo todo, quedan cabos sueltos o particularidades que no terminan siendo exploradas por completo. La película logra cumplir con los requisitos del cine comercial, brindando un espectáculo que da garantías en cuanto al entretenimiento que ofrece (las dos horas de duración no se sienten), así como también en lo que respecta a las secuencias de mayor adrenalina y acción, sostenidas y magnificadas por la riqueza técnica de los efectos especiales. Alan Taylor tampoco se olvida de las dos primeras proyecciones (aquellos clásicos de culto de James Cameron) y nos inyecta una dosis de nostalgia al exponer en la gran pantalla escenas que guardan similitudes con las joyas que conquistaron al público en 1984 y en 1991. Es así como podremos visualizar a un T-1000 (esta vez interpretado por Lee Byung-hun) obsecuente que funciona más bien como un guiño, en su afán por traer a la memoria al que vimos en Terminator 2: El Juicio Final. Lo cierto es que el brillante papel desempeñado por Robert Patrick ha conseguido que todos los villanos que desfilaron en las siguientes obras carezcan del peso necesario como para atemorizar. Es posible que Terminator Génesis genere opiniones diversas, opuestas y abiertas a debate. Se trata de un film que se aboca a la acción y al entretenimiento derivado de ella. Previsible en sus resoluciones, pero agradable de ver, cumple (sin descollar) con lo solicitado por sus fanáticos. LO MEJOR: la presencia de Arnold Schwarzenegger. El guiño nostálgico a entregas anteriores. Entretenida. LO PEOR: algunas cuestiones vinculadas a los viajes en el tiempo. No se acerca, en nivel, a las primeras dos cintas. Previsible. PUNTAJE: 7
Dinomanía Tarea complicada tuvo el director Colin Trevorrow al momento de rodar y tratar luego de conquistar a los espectadores. Esto es por todo lo que implica la realización de una película como Jurassic World, teniendo en cuenta lo que significó para la gente (e incluso en la historia del cine) principalmente aquella primera obra (la mejor de la franquicia) llevada a cabo por Steven Spielberg en los noventa. Tras dos décadas de lo acontecido en Jurassic Park, la Isla Nublar ha sido transformada en un parque temático con versiones supuestamente domesticadas de los dinosaurios más populares. Cada jornada completa las personas acuden de manera masiva, en familia, disfrutando del entretenimiento que se desprende del lugar. El punto de inflexión se da a partir del caos que comienza a cosechar un nuevo dinosaurio de especie desconocida, más inteligente e imprevisible de lo que cualquiera se pueda imaginar. Jurassic World inicia muy mansamente, casi de forma inocente, naif, adentrándonos en la presentación de lo que será el viaje del pequeño Gray y de su hermano hacia el mencionado parque, el cual es regentado por su tía (Bryce Dallas Howard, de buena labor). Conforme los minutos avanzan la narración se va haciendo más amena, cálida y meramente entretenida. El ritmo con el que se abordan las situaciones no decae prácticamente en ningún momento, ganando puntos por su carácter ágil y trepidante. La tensión llega a su pico máximo desde la mitad del desarrollo hasta incluso unos minutos antes del desenlace. En aquellas secuencias el grado de nervio vibra y enlaza al observador. Más adelante, si bien la rigidez intenta conservarse latente por los acontecimientos que se sortean, lo predecible le tuerce la mano, consiguiendo opacar un poco la capacidad propia del relato para conquistar. La cinta de Colin Trevorrow pone siempre como prioridad y por sobre todas las cosas el entretenimiento y no lo negocia por nada, a pesar de algunos muy breves y forzados pasajes que en su afán por apelar a la emotividad familiar, entre los hermanos Zach y Gray, acaban resultando fallidos. La aventura no sólo se limita a la adrenalina sino que además se anima a invitarnos a la reflexión sobre algunas cuantas cuestiones vinculadas a las formas elegidas por el ser humano para obtener réditos. Por si fuera poco, la nostalgia y la admiración tienen también su espacio primordialmente para los fanáticos de los dinosaurios: los Stegosaurus, Ankylosaurus y Triceratops (por nombrar unos pocos) están a la orden del día, al igual que el Tyrannosaurus rex y los Velociraptor (nuevamente con mucha participación y con guiños a la primera película por el parecido de sus apariciones en determinadas escenas). Vale destacar la presencia de Chris Pratt, quien lleva a cabo una sólida, seria y carismática interpretación. Del flanco de los villanos (por decirlo de algún modo), cumple con creces Vincent D’Onofrio, como de costumbre, en un rol que gusta e inclusive divierte. No sucede lo mismo con los jovencitos Ty Simpkins y Nick Robinson, quienes probablemente sean los personajes con menor carisma y nivel de empatía del film. Jurassic World redondea una más que favorable performance. Posee acción, vértigo y entusiasmo. Trevorrow sabe cómo y con qué entretener, volcándolo con eficiencia a la gran pantalla. Puede que a la proyección le falten unas dosis más fuertes de salvajismo, pero con lo que entrega alcanza y convence. LO MEJOR: el entretenimiento, el ritmo, los dinosaurios (principalmente los Velociraptor). Chris Pratt y Vincent D’Onofrio. LO PEOR: muy previsible. Algunas situaciones resueltas de modo inverosímil. PUNTAJE: 7,6
Niño de titanio Neill Blomkamp introduce por tercera vez al espectador en un futuro distópico, repitiéndose un poco en el universo que crea en pantalla, inclusive con una puesta en escena del mismo tipo y de igual atmósfera que en District 9 y Elysium, sus obras precedentes. De todos modos, el sudafricano nos cuenta una historia en la que el entretenimiento se pronuncia siempre como factor distintivo, casi sin intermitencias. El director se vale de la presencia de su actor fetiche, Sharlto Copley, a quien esta vez le toca ponerse en la piel de Chappie, un robot diferente por su cualidad de aprender y de sentir. Un caso excepcional que acaba siendo apropiado por un grupo de criminales durante su creación. El “niño” de titanio se nutre de lo que van enseñando, adoptando y reiterando conductas y frases que le vayan inculcando en ese proceso de aprendizaje acelerado. Lo interesante del relato radica en lo que puede llegar a acontecer si un androide que debería utilizarse para cumplir tareas policiales (como el resto de los robots que se observan en el film) cae en manos de un conjunto de sujetos con fines totalmente contrarios. Las cosas adquieren un nivel de complicación mayor si le sumamos el aspecto que implica el empleo de la inteligencia artificial propia de Chappie y las situaciones opuestas que va sorteando en el camino. Blomkamp incursiona nuevamente en lo político, en lo social y en los roles de quienes ocupan posiciones de mayor poder. El realizador tampoco se olvida de lo meramente emotivo y aprovecha el crecimiento cognitivo y de valores de su protagonista para regalarnos algunos momentos en los que las sensaciones se mueven entre la impotencia y la sensibilidad en relación a lo que le toca experimentar a un robot que deja entrever su inocencia de la misma manera que genera empatía y enternece. La película se muestra agradable en prácticamente cada pasaje de sus 120 minutos de duración. Entretiene también gracias a una fotografía al servicio de los filtros cálidos propios de los exteriores, siendo éste otro elemento que ya se había visto en las proyecciones anteriores de Blomkamp. Mención aparte a la música de Hans Zimmer, ese excelente compositor alemán que tanto sobresalió e impresionó en muchas obras dirigidas por Christopher Nolan. Sin trascender aunque con un desenlace curiosamente interesante, Chappie se hace sumamente digerible y llevadera. El peso de las dos horas de metraje no se siente en esta enérgica entrega que fusiona thriller, ficción, emotividad y acción. LO MEJOR: el entretenimiento que ofrece, casi sin irregularidades. La historia, entusiasma y conmueve. LO PEOR: queda la sensación de que Blomkamp se repite un poco. PUNTAJE: 7,5
Vivo per lei El joven Xavier Dolan vuelve a demostrar su talento al frente de Mommy. La quinta cinta en la filmografía del canadiense, quien siempre está al mando del guión y la dirección de sus obras, deslumbra principalmente cuando la música se combina con la fuerza emotiva de algunas de sus escenas. Mommy inicia con una placa que sirve como breve explicación de lo que ocurre en una Canadá ficticia, caracterizada en cuanto a elemento de diferenciación primordial por la aprobación de una ley que permite que los padres incapaces de controlar a sus problemáticos hijos puedan internarlos en un centro especial. Diane “Die” Despres es una madre viuda que decide educar por su cuenta a Steve, un adolescente que padece ADHD, tornándose sumamente difícil de manejar por lo desatado y violento que puede mostrarse. Kyla, vecina de Diane, interviene para ayudarla. El “enfant terrible” llama la atención no solo en lo que concierne a su modo de filmar, sino también en lo que respecta a la dirección de actores (el trío principal redondea una performance excelente). El realizador de Les amours imaginaires opta por un formato cuadrado bastante peculiar de modo que el espectador no se distraiga con elementos externos que ocupen lugar en los escenarios. Es así como Dolan, a través de este formato, prácticamente nos obliga a enfocarnos de lleno en los protagonistas y en sus expresiones. A veces genial y a veces algo pretencioso, el canadiense nos regala un par de secuencias emotivas y brillantemente combinadas con un soundtrack que acompaña, contagia y a la vez eleva el grado de enlace del observador con el film (mención especial al pasaje en el que suena Wonderwall de Oasis). El nacido en Montreal sabe cómo saltar de un estado a otro y conseguir que el público experimente una variedad de sensaciones entremezcladas y cambiantes, pero también suele pecar cuando da la sensación de que se enamora de sus productos, excediéndose o extendiendo peligrosamente los momentos en lugar de cortarlos a tiempo. Mommy contiene referencias y detalles variados. Algunos de ellos resultan más detectables que otros (como sucede con el tema Vivo per lei en la secuencia del karaoke). Es factible que a la película le sobren algunos minutos y unas pizcas de histeria (de a ratos puede llegar a irritar), no obstante, se percibe sumamente intensa, opresiva y distinta, prestándose a debate y saliendo airosa al ser poseedora de mayor cantidad de elementos positivos que negativos. LO MEJOR: las interpretaciones del trío protagónico. Con importantes niveles de intensidad. Polémica, ideal para debatir. LO PEOR: da la sensación de que le sobra metraje. PUNTAJE: 7