¿Qué llevan esas cajas?
Todo sucede allí, en ese desordenado Mercado Municipal 4, de Asunción. El lugar es el que fija el tono y la estructura de este filme paraguayo, interesante y vivaz. El hacinamiento, los pasadizos, las escaleras, los lugares secretos, todo colorea y potencia una historia que combina con acierto el humor negro, el policial y el retrato social. Debajo de esta rara cacería, el filme deja ver de manera elocuente lo que significa ser visibles o invisibles en un mundo donde la TV, los sueños y sobre todo los celulares prometen hacer la diferencia. El libro surge de un punto de partida intrigante: un carnicero contrata a un chico de la calle para que transporte siete cajas. Le pagará bien, pero no debe perder ninguna ni abrirlas ni dejar que alguien las toque. Y allí va. Le dan un celular porque le irán marcando su recorrido. ¿Qué turbios secretos guardan esas cajas? Cada uno tiene razones para codiciarlas. Y cada uno ve en esos cajones misteriosos la chance de una salvación. Y su búsqueda estará cargada de alegorías. Es un filme enérgico y colorido que a medida que va encontrando incidentes, va abriendo nuevas capas narrativas. Y que muestra debajo de esa vertiginosa telaraña, que la corrupción siempre va más allá, que en la superficie todo es trueque, arreglos, intercambio de favores, pero que la verdadera maldad no está a ras del suelo. La narración jamás decae, tiene buenos actores, mucho ritmo, buenas observaciones, humor y sangre en medio de ese mercado de oportunistas donde convive la policía, la delincuencia, travestis, empleadas desesperadas, comerciantes chinos, ladrones, un mundo de carretillas llenas de sorpresas. Sin duda, una agradable sorpresas. “7 cajas” demuestra otra vez que, con poco gasto y mucha imaginación y frescura, se pueden hacer thrillers pintorescos que dejen ver algo más que balazos.