Raíces e identidad en la cultura del celular
La película 7 cajas, recientemente estrenada en nuestro país pero que es del 2011, dio mucho que hablar principalmente por tratarse de una realización paraguaya. Creo que no he visto una sola película de ese país y, me animaría a decir, porque no las hay. O mejor dicho debe haberlas, pero por la escasa capacidad de distribución no nos llegan. Además de ser una película bien hecha e interesante, 7 cajas abre el debate acerca de los países sin industria cinematográfica, y que se perfilan como nuevos mojones en la generación de cine latinoamericano con proyección comercial y nivel técnico.
El caso de Paraguay y el cine, me animaría a afirmar también, es el inverso al de Argentina. Cuando en el país vecino parecen afirmar, a modo de declaración de intenciones, que son portadores de un discurso con potencialidad narrativa, nosotros nos consolidamos como “potencia” en la producción de películas “de calidad”. El reciente estreno de la última de Szifrón, u otras obras cinematográficas de alcance internacional como la de Campanella, o los protagónicos de Darín en el cine español, son elementos que nos informan sobre esa realidad.
No es casual que la presidenta haya recomendado la película paraguaya, en un momento en que todos estábamos obnubilados con nuestro Messi del cine. La Argentina tiene grandes deudas de Estado con la nación vecina, desde que fue parte de la alianza que destruyó su economía y sus posibilidades de progreso social en tiempos de la Guerra de la Triple Alianza. La aparición de una película paraguaya bien hecha, que optimiza los recursos técnicos con que cuenta, puede leerse como síntoma de la lenta pero necesaria reconstrucción de un país históricamente sojuzgado y con una economía aplastada durante más de un siglo y medio. El cine es una poderosa herramienta de reconstitución del tejido identitario, cultural y también económico de una sociedad.
Las alusiones al precario desarrollo tecnológico no son una aparición casual o arbitraria en la película de los directores Juan Carlos Maneglia (que también es el guionista) y Tana Schémbori. Hacen referencia a las escasas posibilidades de producción cinematográfica que esa realidad conlleva. El protagonista ve el cine en pantallas descoloridas, de bares o negocios del mercado, y sueña con ser el personaje de esas deslucidas, aunque no para él, ficciones que ofrece la tecnología. Otros personajes sueñan con hacer películas con sus celulares, como el travesti, o el coreano, que como dice uno de los policías entiende de tecnología.
7 cajas entretiene con una buena trama de suspenso, pero también es audaz e innovadora en el uso de recursos cinematográficos. Utiliza ciertas cámaras diminutas que pueden ubicarse en cualquier lado y filman con relativa calidad, recreando sensación de movimiento y cercanía.
No hay que olvidar el profundo significado del uso de la lengua guaraní, mezclada con castellano, en que hablan los personajes. Decisión estética de los realizadores que reafirma sus raíces culturales y pone en la mesa de discusión las dificultades de generar un cine local, cuando ya la propia lengua nativa es un obstáculo (o lo ha sido históricamente) para la comercialización de una obra.
Un interesantísimo reparto, muy buena fotografía y música que por momentos hace recordar la película Amores perros, para mi gusto obra cumbre e influencia ineludible de este auspicioso tipo de cine latinoamericano.