Violencia y asfixia en el mercado
El film de los directores paraguayos Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori plantea una historia cruda y eficaz, en una propuesta que se ubica entre el cine independiente y el industrial. El desafío de no dispersar la búsqueda.
Con el suficiente prestigio y valiéndose de los numerosos premios obtenidos en festivales, la película de Maneglia y Schémbori derrumbó puertas en el mundo del cine para que se pudiera hablar de un "thriller paraguayo". Está bien y se hizo justicia: 7 cajas es una buena película, asfixiante en su construcción del espacio, con personajes verosímiles y una historia cruda y eficaz que se ubica en esa zona fronteriza entre cine independiente e industrial con amplias posibilidades de ser exportado a Hollywood. Ojalá que no ocurra como sí sucedió con varios cineastas latinoamericanos ya domesticados (el brasileño Meirelles y el mexicano Iñarritu encabezan la lista) por el dinero y un discurso legitimado y aceptado por el gran sistema. El film transita en pocas horas la vida de Víctor, que maneja una carretilla en un inabarcable mercado y que, de un día para el otro, deberá transportar siete cajas sin saber su contenido. A su alrededor, surgirá un crisol heterogéneo de personajes: la hermana y la pretendida del protagonista, policías preocupados por la compra de celulares, secuestradores extorsivos, asiáticos de buen corazón, gente temible que pretende las cajas y hasta un sujeto que necesita dinero por la salud de su hijo. La puesta en escena es frenética, con su cámara que recorre las instalaciones del lugar y también por aquello que propicia un montaje seco y cortante. Más aun, la tensión y el crescendo dramático enfatiza cada uno de los encuentros de los personajes, donde la violencia se prevé y no demorará en estallar en momentos impensados. Por lo tanto, el desafío a futuro es ambiguo: se verá si la dupla de directores continúa expresando una mirada crítica pero no miserable del contexto, o en todo caso, el recuerdo de la execrable Ciudad de dios (o cómo vender pobreza con estética videoclipera), hace olvidar las virtudes de 7 cajas, al fin y el cabo, el renacimiento de una cinematografía casi inexistente.