Cuando se anuncia el estreno de lo que ha sido en su país, un verdadero blockbuster, aparece casi de inmediato una gran curiosidad: qué tiene esta película de un país tan cercano la nuestro como Paraguay pero con una filmografía tan desconocida para nosotros?
¿Qué hizo que estuviese nominada para mejor film Iberoamericano en los premios Goya, que haya ganado la competición Iberoamericana del Festival de Miami, premio del Jurado de la Juventud en el Festival de San Sebastián y nominaciones en el Festival de Toronto?
Tiene todo lo que una buena película de género tiene que tener. Todo.
La historia arranca un viernes por la noche en el Mercado 4 de Asunción. Un territorio casi desconocido a nuestros ojos de espectador pero que a su vez genera el ambiente propicio para que se plantee sin más trámite, la historia: Victor, un carretillero del mercado de 17 años tiene que repartir 7 cajas con un contenido desconocido y a todas vistas, lo suficientemente dudoso para que el aroma a thriller quede plasmado.
Su recompensa? 100 dólares, quien le plantea el negocio parte el billete a la mitad, la otra mitad tendrá que ser ganada con el trabajo cumplido.
La situación planteada pareciera sencilla, tiene que cruzar solamente ocho manzanas. Visto de esta forma, en principio, un encargo que no debiese presentar mayores riesgos en un ámbito donde el transporte de cajones en carretillas es abundante y permanente. Pero uno sabe que no siempre las cosas salen como están pensadas...y menos en un thriller.
Lo que en principio es una idea, una linea argumental más cercana a un cortometraje, con la pericia del guión desarrollado por el propio director Juan Carlos Maneglia con colaboraciones de Tana Shémbori y Tito Chamorro, va encadenando una situación tras otra (algunas mejor logradas y ensambladas a la historia principal, otras menos) y rápidamente uno se deja atrapar en el ritmo vertiginoso con el que la historia está contada. Además de tener el gran mérito de ir in crescendo durante toda la película y logra no perder en ningún momento la coherencia interna de la historia.
Hay otros elementos que hacen que "7 cajas" sea un placer y un deleite para el espectador.
Su factura técnica es de un excelente nivel: tiene buen sonido, buen montaje, buena fotografía y por sobre todo eso un muy buen aprovechamiento de esa geografía tan particular que es el Mercado 4. La cámara nerviosa, vibrante, eléctrica va recorriendo todos sus recovecos y todo esto se potencia con la presencia de personajes secundarios muy pintorescos que aún en sus breves apariciones (genial el travesti que aparece en la segunda mitad de la historia, los que acompañan al "villano" de turno, las actitudes y diálogos entre el personal de seguridad del mercado), van aportando y sumando a la historia central de Victor sus propios toques de color y es ahí donde se nota el trabajo detrás de cámara para que surgiese este plus que quisieron darle los directores para que el espectador ganara empatía con ese universo.
Si bien el elenco presenta algunos desniveles -con un muy buen protagónico de Celso Franco como Victor, quien lleva el mayor peso de la historia-, todos aportan sus particularidades y el producto final es más que sólido y tiene el gran mérito de poder resolver situaciones con poco presupuesto y con mucha creatividad (cosa que escasea en los tanques de Hollywood de hoy en día, que invierten la propuesta y a ideas magras las dinamitan con un enorme presupuesto).
El ritmo, la musicalización y el ambiente que se logra desde un primer minuto suman a que "7 cajas" sea un producto divertido, de muy buena factura y se convierta en una gratísima sorpresa dentro del panorama del nuevo cine latinoamericano.
Excelente para pasar un muy buen rato, cumpliendo con creces lo que promete en su planteo inicial.