El Salario del Miedo
En los últimos años el cine latinoamericano logró trascender más fácilmente las barreras continentales, que las del propio territorio. Lamentablemente se aprecia muy poco – aprecio que deriva de una actitud y falta de confianza de los distribuidores internacionales y locales – que una película que no fuese proveniente de Hollywood o, en menor medida, de Europa, llegue a estrenarse comercialmente.
Resulta una paradoja el caso de 7 Cajas. La segunda película de Tana Schembori y Juan Carlos Maneglia fue un suceso en Paraguay y ha atravesado diversos festivales alrededor del mundo entero con excelente repercusión. Sin embargo, hay que esperar dos años para que se estrene, y meramente en una sola sala de circuito artístico.
Acaso, lo que más cuesta comprender es la poca visión de los distribuidores para darle publicidad. No solamente porque se trata de un film que fue exitoso en un país limítrofe, sino porque está bastante distanciado de las convencionales clasificaciones del “cine-arte”.
La acción sucede en apenas 24 hs de un caluroso día de Abril del 2005, dentro del Mercado 4. Este microuniverso está compuesto por diversos puestos que venden desde frutas, carnes y comida al paso hasta electrodomésticos o celulares. Casi como si fuera una ciudad, con su propio hospital y comisaría incluida. El protagonista es Victor, un joven carrillero de 18 años cuya ambición en la vida es poder verse en un pantalla. Para eso, desea obtener un celular que su hermana – que trabaja en un restaurante de comida china dentro del mismo mercado – está vendiendo para ayudar a una amiga embarazada.
Este simple hecho provoca que Victor agarre un cargamiento de 7 cajas, que únicamente debe llevar alrededor del mercado hasta que la policía se aleje de la carnicería de Don Darío. Diversas circunstancias llevan al protagonista a huir por el mercado, ayudado por un amiga, y perseguidos por otros carrilleros, la policía y mafiosos personajes.
Se podría catalogar a 7 Cajas como una comedia de enredos, sino fuera que sus directores toman con bastante seriedad el argumento y el drama de cada personaje. Las ambiciones no están aisladas, y los realizadores cuidan que cada personaje tenga su motivación y meta claras en el relato. No hay cabos sueltos. Aunque está claro que Victor – Celso Franco – es el centro de atención, prácticamente podemos hablar de un relato coral. Ya sea, por la forma en que se va desarrollado el accionar de cada arista o por el dinámico uso de cámaras, lentes y montaje paralelo, no son pocas las reminiscencias que hay entre 7 cajas o Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes, o Snatch, Cerdos y Diamantes, primeras y mejores películas de Guy Ritchie.
Lejos de dar una moraleja social a lo Ciudad de Dios, pero sin perder de lado la construcción de un micromundo humilde, donde cada peso cuenta, los realizadores impregnan suficiente vértigo a cada escena para no perder la atención del espectador. Hay personajes exhibidos con una perspectiva más realista y otros que bordean lo grotesco, pero es claro que si bien el tono thriller está a lo largo de todo el film, los directores agregan pequeñas cuotas de humor y romance para alivianar el drama. Es fácil hablar de esta manera de un producto calculado, teñido de cierta fórmula. Pero lo cierto es que la adrenalina del film y la empatía que se genera con el espectador es tan voraz que poco tiempo hay para reflexionar.
Acaso por argumento y tensión, la película tiene mayores similitudes con el clásico Henri-Georges Cluzet, El Salario del Miedo – con una inolvidable interpretación de Yves Montand – o de Fargo, de los hermanos Coen, que con cualquier otro producto del cine latinoamericano.
En cualquier caso, sin importar referencias o influencias, 7 Cajas es un film sólido en guión, construcción de universo y personajes, que se potencia por las actuaciones, y la estética y seriedad, que los realizadores le aportan a cada encuadre.