Causa más gracia que pánico
A través de historias fantásticas en las que una persona se encuentra con la posibilidad de pedir cualquier deseo, la ficción se ha encargado de enseñarnos que hay que tener cuidado con lo que se anhela. Las desgracias que trae aparejadas el cumplimiento del pedido son una forma simbólica de advertir que, tal vez, no siempre sabemos qué es lo que más nos conviene.
Esta es la idea detrás de 7 deseos, que se centra en una adolescente cuya madre se suicidó y cuyo padre se dedica a buscar objetos en la basura, lo cual la avergüenza. En uno de esos recorridos, el hombre encuentra una caja de música china y se la regala a su hija, quien descubre que puede pedir siete deseos. El problema es que no leyó la letra chica, por así decirlo, y cada vez que se cumple uno de sus deseos alguien cercano a ella muere.
El tono de la película resulta irreconciliable. Por un lado es una típica historia de una adolescente que se siente incomprendida y sueña con otra vida, con escenas de humillación en el colegio y montaje de salida de compras incluida. Pero también pretende asustar con los poderes de la caja y generar impacto con las horribles muertes. El clima de cada faceta se ve cortado todo el tiempo por la irrupción de la otra y la combinación no está bien equilibrada. La historia adolescente termina ganando esta pelea por la atención del espectador, y los intentos de provocar terror terminan resultando un tanto risibles.