OTRO CARGO AL PRONTUARIO DE LEONETTI
Además de la secuencia introductoria, 7 deseos tiene una cosa buena: es de esas película que se pueden describir fácilmente con una frase pegadiza de poster callejero. Podría ser: “¡Intrigante cruza de Destino final con La pata de mono de Jacobs!” o “¡Es como Annabelle pero con una caja musical gigante innecesariamente compleja!”. Más allá del chiste malo, se entiende la idea: 7 deseos es de esas películas de terror berretas que no resisten el menor análisis, de esas cuyo berretismo no tiene que ver con la falta de presupuesto, más bien con la falta de ideas, autoconciencia, humanidad, humor, eso que en un exabrupto religioso podríamos llamar alma.
No podíamos saberlo de antemano, aunque 7 deseos nos da la pista de por dónde va la mano si nos damos cuenta quién la dirige. John R. Leonetti es uno de esos convictos del cine, un director de fotografía reconocido que, como director, tiene un prontuario más que una filmografía: la intrascendente El efecto mariposa 2, la floja Annabelle, y su obra maestra de la fealdad Mortal Kombat: Aniquilación.
En 7 deseos se presenta a Clare (Joey King), que lamentablemente vio cómo su madre se suicidaba cuando era pequeña, así que de adolescente es un poco hipster, un poco freak y una constante receptora de abusos por parte de algunos de sus compañeros. Su padre Jonathan (Ryan Phillippe) es un recolector como esos del estilo del reality de History Channell cuyo negocio es vender basura con sobreprecios, aunque en realidad luce como un mendigo, y por momentos parece una metáfora del lugar que hoy ocupa Phillippe en el entramado social de Hollywood. A todo esto, Jonathan le regala a Claire una caja musical china que encontró, previsiblemente, en el tacho de basura de alguien. El artefacto está maldito y funciona igual que la pata de mono de Jacobs, es decir cumple un deseo que implica una consecuencia nefasta para alguien. En el caso de la película de Leonetti, cuando Clare pide un deseo alguien muere en extrañísimas forzadas circunstancias, como en Destino final.
La película tiene un par de falencias fundamentales, en principio repite hasta el hartazgo este mecanismo de deseo-muerte, sin demasiada gracia ni pericia, con lo cual se vuelve previsible y rutinaria. Y luego, todo lo que sucede a estos personajes no nos interesa porque no parecen humanos, no sólo por el tono artificial de las actuaciones, sino porque son agotadoramente lineales, puestos ahí para recibir la muerte o la maldad de turno. Apenas si podemos sentir empatía por Clare en algún momento, sentimiento que desaparece cuando el personaje se despliega del todo, y nos damos cuenta que es insoportable. Clare es como una Carrie a la que uno odia en lugar de sentir compasión.
Leonetti suma otro cargo a su sumario de bodrios, aunque no podemos dejar de subrayar el violento final mala leche de 7 deseos, que es el que le suma dos puntos en esta crítica. El primer punto era por presentarse.