Clase Turista
Una semana está compuesta por algunos días buenos, otros mediocres y definitivamente malos. No existen semanas perfectas. Incluso cuando nos vamos de vacaciones. Lo que los productores de esta película nos proponen es un viaje turístico por la Ciudad de La Habana durante (algo más de) 7 días.
Para eso trajeron a 7 realizadores diferentes para narrar, mostrar diferentes historias que suceden en la capital cubana. Pero como sucedió e París o Nueva York… la ciudad solo sirve de contexto, de excusa para los realizadores cuenten historias, que bien podrían suceder en cualquier otro lugar. Si bien la mayoría trata de mostrar algo que es típicamente cubano (Del Toro muestra la comida y las mujeres, Trapero la música, Medem vaya uno a saber, Noé se confundió de isla, Suleiman la política, Tabió la gente y la comida, Cantet la gente y la religión), a la película le falta una identidad con el cine cubano en sí, o al menos algo que justifique la unión de estos cortos, más allá de algunos paralelismos que se van encontrando sobre la marcha.
El resultado final no llega a ser decepcionante, porque es sabido que estos trabajos son irregulares de por sí. Todos los directores tienen grandes obras (menos Del Toro), así que la selección no desentona. Sí se puede decir que hay algunos que imponen mejor su identidad autoral que otros. Posiblemente el cuentito de Elia Suleiman no solamente es el más estrictamente cinematográfico, sino que además tiene puntos en común con su filmografía: el humor, el plano fijo, la ausencia de diálogos, la construcción de un mensaje en forma indirecta. Pero a la vez también es más alienado, y sin embargo es el único que realmente habla o menciona a Fidel Castro. Simpático y sencillo, posiblemente sea el más honesto, pero que termina al mismo tiempo pasando desapercibido al figurar en la mitad de la película.
Si bien el de Benicio del Toro empieza bastante bien (estética y narrativamente) va decayendo. La mirada que se tiene sobre los turistas estadounidenses (el Yuma) es interesante y atina en el tono seudohumorístico. A la vez, Hutcherson es un protagonista creíble, un buena actor. El problema es que en vez de enfocar sobre la relación de él con su guía (un ingeniero que estudió en la URSS pero ahora es taxista) se centra en su inútil búsqueda por una relación sexual, lo que termina banalizando y extendiendo el relato. Una lástima porque hay una escena en bar cubano que realmente es brillante.
Trapero logra un digno y divertido trabajo al lado de un borracho Kusturica. La historia es simpática y revaloriza a los músicos cubanos por sobre los artistas extranjeros. Pero al igual que Del Toro y Suleiman termina siendo la visión de alguien ajeno a la isla. Aún así tiene un plano secuencia inicial tan memorable como el que realizó en la subvalorada Elefante Blanco. A nivel visual se trata sin duda del mejor corto.
Medem y Tabió hacen los cortos más narrativos y clásicos. Pero si lo de Medem es un melodrama mal actuado, obvio y pretencioso, Tabió inserta una necesaria cuota de humor y personalidad cubana. El problema del segundo es que le da continuidad al flojísimo corto del director de Los Amantes del Círculo Polar, un corto hecho a desgano por un realizador que quiso cumplir con el encargo y nada más. Al menos en el del co director de Fresa y Chocolate hay mejores actuaciones, un tono menos grandilocuente y chistes autoconscientes (“ojalá hubiese tenido esta peluca para el corto de Benicio del Toro”).
Por qué en el medio Gaspar Noé metió un ritual para sacarle el lesbianismo del cuerpo a una joven cubana es un misterio. El corto no está mal. No refleja la personalidad del realizador y en parte se agradece. No hay diálogos ni explicaciones tampoco, pero queda la duda si sucede en Cuba, Haití o Trinidad Tobago. Innecesario aunque con climas aplicados.
Y sin duda, el mejor y más equilibrado termina siendo el de Cantet, que parece haber sido filmado por un verdadero cubano que trata de rescatar el espíritu de la gente y su relación con la religión sin caer en moraleja, solemnidad ni obviedad, con buen gusto y con conciencia social, La Fuente es divertido y atina en ser el último de la selección.
7 Días en La Habana es un compendio de miradas simpático, sensual, que apenas refleja la realidad política del país ni hace bajada de línea. Se queda en una línea superficial, apenas criticando la homofobia latente en la sociedad y los contrastes culturales.
Una película hecha para turistas… y realizada por turistas. ¡Viva Cuba libre!