Al entrar a sala, con la gacetilla de prensa en la mano, pensaba que en general era difícil calificar un film donde cada responsable (director) tenía 1/7 de responsabilidad en el balance general de la propuesta. Los números algo dicen, es difícil pensar en algo de unidad cuando tenemos directores tan talentosos y dispares como Benicio del Toro, Julio Medem, Gaspar Noé o Elia Suleiman. Digamos que el mosaico que propone “7 días en La Habana” es colorido, desparejo, intenso y con sabores complejos, según sea la mano detrás de la cámara que rodó el corto respectivo.
Sí, esta película es una sucesión de 7 relatos que tienen como marco a la capital de Cuba y su mayor punto a favor es que cada nombre detrás de cámara tiene prestigio suficiente para contar algo interesante con sello propio. Todos los relatos están relacionados con el turismo, la actividad sexual que se da en la isla, la necesidad por escapar de ella y la vida urbana, dentro de lo pintoresca que es la ciudad de La Habana.
Arranca la cinta con “El Yuma” y “Jam Session”, de Benicio Del Toro y Pablo Trapero respectivamente. En el primero se cuenta la historia de un joven americano de vacaciones (al que le gusta el alcohol y se deja llevar por lo exótico del lugar), mientras que en el segundo, Emir Kusturica en persona llega al Caribe de visita a un festival internacional de cine a mostrar su desenfado y perfil conflictivo, con mucho humor. El tercero es “La tentación de Cecilia”, ampliamente el destacado de la película: una historia triangular de amor entre una cantante cubana bellísima, un caza talentos español y un beisbolista al que las cosas le van mal. Lejos, el más intenso y el de mejor tratamiento dramático.
Luego vienen el resto, (no voy a hablar del de Gaspar Noé porque deberían verlo), siendo el más flojito el de Suleiman (más allá de que tiene identidad propia) y el más jugoso : el que cierra, del maestro Laurent Cantet, “La fuente”, donde una vidente recibe el mensaje de una virgen que conmueve a su medio… La transmisión “psíquica”, le dice a la médium que tiene un día para reformar un sector de la casa donde vive y construir una fuente para homenajearla.
Cuando ella presenta la necesidad, la comunidad del edificio donde vive se organiza para hacer realidad el pedido divino y lo que veremos es una deliciosa movida para materializarlo, que se transforma en lo más divertido del film.
En líneas generales, el espíritu de la vida en la isla y el impacto que la misma produce en la visión de los extranjeros está muy bien retratada y si no conocen la geografía, la película es pintoresca y su atractivo sube un par de puntos. Se deja degustar, sin dudas.