Otro director cordobés que, luego de Rastrojero (2009), concibió una propuesta completamente opuesta. En este caso, entre la ficción y el documental, entre la road-movie y el cine etnográfico, entre el realismo y la búsqueda poética, entre la espiritualidad de un hombre y las costumbres sociales, hace un recorrido por la cultura ancestral del norte argentino y, en especial, de la tradición oral quechua (o kechua) con las leyendas y rituales a los que alude el título. Un registro casi siempre atrapante, fascinante (más allá de ciertos excesos pintoresquitas y “líricos”) sobre ese país que no miramos.