Exquisito este film de Fernando Dominguez que atrapa desde un lugar suficientemente distanciado a un pintor pintando su tela, a un anciano desplegando sus recuerdos de infancia.
Puntos de contacto con su corto anterior, "No es Mucho Lo Que heredamos de Nuestro abuelo" donde tambien se atrevía a lo íntimo, a lo particular, al plano detalle de la superficie de los objetos a las voces que salen de fotos en blanco y negro que, tomadas por un fotógrafo aficionado, reconstruyen un posible pasado, heredado. En 75 habitantes, 20 casas, 300 vacas el pasado también se traza como el mundo central de un mundo de infancia. Y como en todo pasado lo que se entrecruzan son niveles de significantes que se interpelan: la obra pictorica, las fotos del pueblo francés de Vielles, una cierta experimentacion sobre ambas, pinturas animadas levemente, o quemadas, intervenidas, fotografías en movimientos, restos de películas viejas, o tomas actuales, la voz en over, clara, literaria que describe con detallada parsimonia es vida en Francia.
Filmar un proceso artistico siempre tiene sus riesgos; en primer lugar porque supone entrometerse en un mundo íntimo, subjetivo, a veces críptico, que no necesariamente quiera explicitarse, salir a superficie, mostrarse como proceso.
El pintor, único protagonista, con el que compartiremos los 70 minutos de este film exquisito es Nicolás Rubió artista nacido en Catalunya que debió emigrar a Francia durante la Guerra Civil y que en 1957, ya en Argentina, participó del Movimiento Informalista en la exposicion Qué cosa es el coso? en plena efervescencia de la modernidad pictórica. Nicolás Rubió es responsable además de casi 20 cortometrajes sobre la obra de artistas: Susana Aguirre, Pérez Célis y Líbero Badii. El año pasado en BAFICI se exhibio En La ciudad blanca, un corto de 1958 sobre la escultura de Martin Blaszko. Pero tambien es compilador y estudioso del fileteado porteño.
Aquellos significantes de los que hablaba antes, tornan a 75 habitantes, 20 casas, 300 vacas en un film de experiencia sobre la memoria de un hombre; el diario personal del niño que era, los recuerdos de los otros traídos desde el otro lado del teléfono, la insistencia en la cantidad de ventanas de su casa de infancia.
Fernando Dominguez logra construir, además, con esta película un hilo conductor sobre su propio interés como cineasta, un cine de formas, colores, tomas íntimas, fragmentadas. Vemos el trazo del pincel del pintor, pero tambien vemos de qué cosas está hecha la imagen fílmica, y esto último no es mérito menor.
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