El lado salvaje: el problema es la ficción. Tal vez sea conveniente ver esta nueva pelicula de Juan Dickinson junto con el documental Perros del fin del mundo que el mismo director realizó en 2019, y dedicó a la situación de cambios demográficos y climáticos de las estancias y las poblaciones de Tierra del Fuego en los ultimos años. Rastreando el origen de la organización del trabajo rural de esa provincia basado en la explotación ovina, el documental habla de esa economia creciente que afecta a los perros asilvestrados, provenientes de la vida doméstica y abandonados mas tarde. Los numeros impactan: cerca de 40000 perros sueltos solo en Rio Grande, una de las zonas más afectadas. El lado salvaje, en cambio, ficcionaliza el tema y acierta en una aproximación a la gravedad de la situación. Aunque le otorga cierto tratamiento mágico obligado por la propia ficción, resulta más interesante investigar las razones de las matanzas de perros sobre las ovejas cuyas respuestas sí da el documental. 1000 ovejas por año muertas por ataques de jaurías de perros en el centro de la provincia de Tierra del Fuego al sur de Toulhin, y el abandono paulatino de la crianza de ovejas, da cuenta de esa gravedad. Pero tambien el abandono, maltrato y hasta tortura de perros, o la politica de Castraciones, vacunaciones y chipeados de los animales. Ahora bien, Dickinson cuenta en El lado salvaje con un guión escrito a 8 manos, en colaboración con Enrique Cortes, Fernando Musa, Mariana Planella, además de un elenco importante (Eva Bianco, Jorge Sesan, Osmar Núñez, Lautaro Delgado, Vanesa González). El tópico de la joven que regresa a la casa de su padre e intenta reestablecer un orden roto en el pasado es utilizado aquí como base para contar, además, el ataque de perros a las ovejas. Demonizados desde la propia construcción de la imagen, esos perros, comienzan a ser cazados por un peón enloquecido. La estancia se mantiene a duras penas, el padre enferma, la joven en crisis con su marido se reencuentra con su amigo de la infancia, y reprocha al padre su nuevo matrimonio, que más que nuevo parece con bastante historia. Maquetas de personajes atraviesan una ficción que intenta aprovechar el paisaje fueguino pero que abusa de excesivas tomas de drones, una larga búsqueda por el bosque, una indiscriminada portación de escopetas, tiempos muertos que parecen detener la acción pero no encuentran su sentido, relaciones vinculares demasiado explicitadas y sin interés, algunas actuaciones desarticuladas.
Hace unos pocos dias volví de ciudad de México. Y entre las muchas cosas percibidas con el poco tiempo dedicado a una ciudad que visito por primera vez, estuvo la sensación de que la violencia politica, los secuestros, asesinatos y desapariciones de personas son parte de una verdadera olla en la que todo ebulliciona sin parar. Frente a eso, y aunque llego de muy lejos, no se puede ser indiferente. Con un gobierno democrático que, no por socialista deja de arrodillarse frente a los intereses del país del Norte y con el que comparte una de las fronteras más problematicas del mundo, México hierve todos los dias entre un estado de zozobra y temblor (literalmente), ciudad militarizada, sitiada por multiples barricadas de chapa y reja que cubren sus monumentos, museos, catedral o el centro simbólico político de la ciudad que es el Zócalo. Nos dicen que una de las marchas más violentas (sino la más) es la de las mujeres durante el 8m. Las mujeres de México sufren una violencia sin medida, descomunal, apenas equilibrada por la existencia de los vagones especiales que el metro guarda para ellas. La plaza, la calle, el transporte público son eminentemente espacios masculinos. Las chicas cuando marchan, no caminan, corren en manada, arrojan piedras, rompen. Las provoca un estado de injusticia permanente. Las últimas escenas de Ruido, el estreno mexicano que llega a las salas de Buenos Aires este jueves 13 de octubre recrean esa desmesura de las marchas feministas en alguna ciudad mexicana. Las mujeres y la policía están en guerra en México. Y esto es algo que parece irrevocable. ¿Por qué desaparecen las personas, tantas personas en un país dominado por el narcotráfico y la delincuencia? Cifras recientes hablan de 120.000 desaparecidos en los ultimos 30 años. ¿Por qué desaparece una joven recien recibida que fue a un lugar de veraneo a festejar su titulo? Esta es la historia de Ruido. Ger es buscada desesperadamente por su madre frente a la inoperancia y corrupción del Estado. En esa búsqueda, Julia termina arrastrada por la ola con la fuerza de una esperanza y la unión de esa lucha. El espectador entrará primero a la situación personal para luego cerrar con el abrazo colectivo. Elección que la directora, recordada por su largo anterior Los adioses (2018), no puede dejar pasar. En el centro, la pelicula fluye con un tono grave y pausado describiendo el horror desde la mirada de esa madre y alternando la ausencia con momentos de aturdimiento feroz que se resuelven escenificando un desierto. Momentos casi documentales con mujeres que forman parte de la Asociacion Voz y dignidad por los nuestros S.L.P, A.C. y del Colectivo Buscándote con amor de Estado de México, suman en el film un componente que sale de la ficción, y que no hace otra cosa que afianzar el grito necesario. Grito al fin.
El Nacional: las cosas cambian “Era aquel un colegio sombrío, de misticas bóvedas y obscuros corredores… allí se formaron esos genios de temple y doctrina quienes crearon una patria.” Ya hay en el cine argentino dos buenos ejemplos de documentales contemporáneos que desarrollaron el tema de las escuelas secundarias, que anteceden a este documental de Alejadro Hartmann sobre el Colegio Nacional Buenos Aires. Ellos son La toma, de Sandra Gugliotta (2010) y Despues de Sarmiento de Francisco Márquez (2015). Ralizados como cajas de resonancia de las transformaciones sociales que se vienen produciendo en los ultimos 10 años: tanto Gugliotta (en el colegio Nicolas Avellaneda) como Márquez (en el Sarmiento) se internan en ese microcosmos y transforman la escuela en espacio filmico. Pero Hartmann, realizador del correcto documental sobre el asesinato de José Luis Cabezas que puede verse en Netflix, logra entrar al infranqueable colegio de los colegios de la ciudad de Buenos Aires: el formador de la élite de la capital de la Argentina, fundado en 1863, luego incorporado a la Universidad de Buenos Aires, marca la historia del país y de quienes lo atravesaron: cientificos, politicos, intelectuales, ilustres nombres de la historia nacional. Allí está la permanencia de su arquitectura para demostrarlo: con todo el peso de la tradicion clasicista: columnas, balaustradas, grandes vitrinas de madera, muebles, etc. Incluso el uso de la música. Aquellos genios “ de temple que crearon la patria” sellan el espíritu de la pelicula. Mientras, un anciano ex alumno recorre los pasillos que tienen “los mismos azulejos verdes”, para ir al encuentro del Rector, placa, medalla y visita a las aulas. “Antes no había mujeres” dice. Entre esa tradición digerida y el presente movedizo el documental se planta en tomas cortas o primeros planos de los espacios: laboratorios, la biblioteca, los frascos de formol, los óleos de Mitre, de Moreno, los bustos de Sarmiento, Avellaneda. Un pasado intervenido a su vez por un presente que irrumpe bajo el tono de la hipotesis de que las cosass cambian. Es que como cualquier institución, el Nacional está viva, responde a las transformaciones sociales no sin conflicto: asambleas, discusiones sobre el derecho al aborto, tomas en defensa de la lucha docente o de los debates en el Congreso. La modalidad de observación le sirve a Hartmann para abordar esos dos ejes e ingresar a un colegio pensado como fortaleza, develado aquí en sus contradicciones y conflictos. Filmada en el año 2018 cuando aquellos debates estaban en proceso, y aprovechando el cambio de Rector Gustavo Zorzoli, los temas que se van presentando le permiten tambien adentrarse en algunas reuniones que actualizan los temas que preocupan a los adolescentes (el Centro de Estudiantes) y los que tienen sus padres (la Cooperadora). Un documental de tensiones que evidencia un espiritu de época.
No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo El título de esta película es complicado, aunque luego de verla, seguramente será memorizado rapidamente por el espectador. El titulo es largo y complicado, pero el cine sigue siendo simple. A partir de la exhaustiva repetición de escenas que funcionan como variaciones de uno o varios temas, la pelicula de Nicolás Zukerfeld celebra el cine y se estrena en la Sala Lugones, de las salas emblemáticas de la ciudad de Buenos Aires. No sólo el cine de Raoul Walsh homenajea el film, sino el cine como objeto de circulación, para quienes lo ven, lo hacen, lo piensan, o lo enseña. Alli está referido el crítico (inglés, frances, estadounidense o argentino) que escribe y altera las palabras, el periodista que repregunta usando una frase que escuchó por ahí, el historiador que hurga con los materiales que tiene a mano. (Bendito internet que nos acerca revistas y publicaciones de 50 o 60 años atrás) Ahi estan Cahiers du Cinema, Film Culture, Dirigido por, Tiempo de Cine;o el docente, labor muchas veces olvidado, que da uso y permanente significado a las definiciones, categorizaciones, explicaciones; y obviamente el del realizador. Ordenémonos. Después de verla dos veces, puedo asegurar que es indistinto por cuál de los dos grandes momentos se empiece, y que luego de ver uno, habrá que volver a ver el otro, como si se tratara de una compulsión de comprobación argumental. En el orden del relato, tras los primeros 37 minutos de vertiginoso y preciso montaje de planos y escenas, le sucede una suerte de experimento visual en el que predomina la pantalla negra y la voz over. Narrando en tercera persona, la búsqueda que emprende un profesor de historia del cine investigando el origen de una frase dicha por Walsh, la frase del título por cierto. Esto deriva en la comparación de fuentes, fechas, lugares y personas, modos de decir, todo apunta a confirmar si es una, 5 o 36 maneras en las que no existe mostrar la manera que alguien entra a una habitacion o se sube a un caballo. Claro, pero el cine es simple, y los clásicos (Walsh) insisten en que la manera es sólo una. ¿Ahora bien, no es otra cosa el cine contemporáneo? Una película puede consistir en 37 minutos de puro montaje asociativo, o puede tener un 90 por ciento de pantalla negra. Permanente objeto de autoconciencia, hoy el cine ya no es tan simple y no hay estética posible que le imponga reglas. Vale el ejemplo aquí de Zukerfeld que motiva además que, a partir del miércoles 15 la Sala Lugones programe un ciclo de 8 (para seguir agregando numerologia) films de Raoul Walsh.
Matar a la bestia: el cine argentino en un laberinto imposible. Hay películas que demuestran que el cine argentino está en un callejón sin salida. Mucho de lo visto en el reciente BAFICI lo evidencia. Peliculas y películas que se quedan añorando un pasado ya algo lejano en busca de una máquina de climas que caracterizó producciones de los años 2000 y que habló mucho de ese cine producido a la sombra de la sombra de aquella categoria inventada que fue el Nuevo Cine Argentino, o peliculas que se proponen apostar a coproducciones muchas veces salidas de los encuentros en los mercados o los laboratorios de los Festivales internacionales, ya formateados con la propuesta estética en donde los escenarios hablan por sí solos, la playa (Santo Domingo), la selva (Brasil). Peliculas con poca idea y mucho clima, eso sí. Matar a la bestia, ópera prima de Agustina San Martin, tiene una grave escisión estética: un conjunto de actuaciones desmarcadas en la no-actuación a la búsqueda intencionadamente una abstracción pero logra no decir nada cuando es momento de decir, al menos, algo; el tempo dilatado de los planos que repercute en el de los diálogos, y la cantidad (innecesaria) de planos que afecta ala escena total. Sobre el tempo, un ejemplo de tantos: la joven le pregunta a un cura en la calle si conoce a Mateo Otero, varios segundos (o minutos?) de mirada fija del cura preguntado, éste se retira del cuadro. Sobre el sobrante de planos, se puede ver en alguna de las tantas escenas con esa tia que es tal vez el personaje con más sustancia, o más sangre, de todos. Una relación amorosa sin médula ni pasión, que se hubiera podido rescatar si quedaba en la sugestión del baile y el entrecruce de miradas. La fotografia de promoción de las chicas en juego amoroso o las risas en las que se encuentran, momento absolutamente sin sentido. Es verdad que la fotografía de Constanza Sandoval tiene una belleza que colabora a esa hipnosis apreciada por cierta crítica: colabora la atmósfera selvática, la tierra roja, los cielos tormentosos, las casas en las laderas, los reflejos en los vidrios y esa sensación de lugar inhóspito. Pero también, en esa misma idea de escisión, la fotografía corre por un lado que nunca termina de encajar en el universo total del film. Por último, si cada pelicula hecha por realizadora argentina con escenario natural nos va a recordar a Lucrecia Martel, y si en cada selva va haber un espiritu maligno, o un lobo, o una bestia amenazante la teoria del callejón sin salida ya es otra cosa: la de un laberinto imposible en la que seguiremos teniendo muchas peliculas pero poco estilo.
Una amable voz over cuenta lo que comienza debajo del agua. Una nena de 4 años sabe aguantar el aire mucho tiempo. La voz es la de una joven, que introduce a otro personaje de esta historia: la adolescente negra que la cuidó desde niña y con quien tiene especial relación. Ambas crecen, y aquellos idílicos instantes se convierten en una bella amistad. Buen momento para decir que la historia transcurre en un barrio rico de Santo Domingo (tal vez) en República Dominicana, donde esta pelicula se filmó bajo el sistema de coproducción con Argentina. Y que la niña/joven es blanca, rica y carajita, y que la niñera es negra y pobre. La palabra Carajita que la película de Silvina Schnicer y Ulises Porra (Tigre) lleva como título significa en muchos paises de Centroamérica, niña pequeña. El relato apela a ese punto de vista teñido de inocencia para mostrar un mundo de contrastes sociales y de servilismos con los que Sara nació, crecerá y seguirá viviendo. Con buena parte del equipo técnico argentino y su directora argentina, Carajita es un film que tiene algo de La mujer sin cabeza cuando activa desde el poder un sistema de protección tácito si algun integrante de ese círculo se ve amenazado. A partir de allí, las relaciones amoroso-personales se reconvierten y reconfiguran. A esa dimensión sociológica, Carajita suma la relación simbólica madre-hija que se ve rota violentamente. Entre ambos universos, concretos, realistas hay tiempo tambien para lo poético: las cabras que tapan el camino o aparecen de pronto en el jardín. La pelicula está en competencia latinoamericana de Mar del Plata, y resulta finalmente una feroz mirada sobre las diferencias sociales en ambiente caribeño. Se estrena este jueves 25 en Buenos Aires. Asi que aprovechen a verla.
Amor bandido Con título de telenovela y espíritu de cine clásico, la ópera prima de Daniel Werner, resulta una sólida propuesta que va ganando fuerza en el desarrollo de sus 80 minutos. Werner es un realizador que tiene amplia trayectoria en el área de producción de peliculas. Werner Cine es la productora que funda en 2008 (Showroom, Tacones amarillos, El gran simulador). En el guión de Amor bandido, Diego Avalos y el propio Werner se preocupan por remarcar aquellos datos a los cuales el espectador deberá prestar especial atención para no perder nada de la trama, y esa escritura la construyen sin caer en subrayados groseros. Amor bandido parece ser una pelicula ligera pero no lo es. Correcta en su estética y su montaje, inicia con una escena que se dirige imperceptiblemente hacia un flashback: la historia de un amor prohibido (existe a esta altura esta categoria?) entre una profesora de secundario, casada, y un adolescente que intenta huir del desamor de sus padres. Un viaje a Córdoba los lleva a a vivir su amor-pasión en un lugar alejado de todo. Pareja, aparentemente despareja, tras varios pasajes de escenas eróticas irán virando su problema hacia otro lado. La visita de dos franceses a esa quinta apartada, parece ser la bisagra que produce este cambio consumado finalmente con otra visita inesperada. Para no adelantar nada de lo que pasa luego, sólo decir que Amor bandido no está nada mal, es una pelicula cerebral que liga piezas y encaja partes con una minuciosa rigurosidad. Aún cuando también las peliculas necesitan contener algo de metáfora que las hagan respirar un poco más. En Cine Gaumont Av. Rivadavia 1635 Función estreno Jueves 7 a las 20hs con elenco y director Del Jueves 7 al Miércoles 13 de octubre FUNCIONES DIARIAS A LAS 15, 17.30 y 20hs Entradas $45 jubilados, $90 general En Cine.ar TV Jueves 7/10 y Sábado 9/10 a las 22hs Canal 22.4 de TDA (Televisión Digital Abierta) DirecTV — Canal 512 Cablevisión — Canal 60/300 Telecentro — Canal 400/1049 y diferentes cables de todo el país En la plataforma Cine.ar Play Desde el Viernes 8/10 al Jueves 14/10 en forma gratuita
El secreto de Maró Nunca pierde el rumbo la nueva película de Alejandro Magnone, quien tiene el doble mérito de hacer regresar a la pantalla a Norma Aleandro, emblemática actriz del cine argentino, sin remarcar la carga emotiva que tiene este regreso para el cine nacional. El director se podría haber enamorado de su criatura, haciéndola sobrectuar tal vez, pero la historia fluye por sus personajes, sin caer en lugares comunes, como el choque generacional, o el encuentro entre lo nuevo y lo viejo, o las lamentaciones efectivas del genocidio armenio (o de ninguno). De todas maneras, más allá del aporte de la realización, Aleandro es grande. La pelicula se ocupa respetuosamente de un tema tan doloroso. Hasta la decada del ´30 del siglo XX al menos, muchas familias armenias llegaron de aquel país escapando de las matanzas y persecusiones que los turcos ejecutaron entre 1915 y 1923. Argentina es el tercer pais con la comunidad mas numerosa de armenios. Conocemos sus barrios, sus comidas, sus costumbres y su insercion cultural. Tambien conocemos de su insistencia en que aquello no quede nunca fuera de la memoria. Bajo la dulce imagen de Maró, asoma la historia terrible. El momento en que lo narra, como si contara la confeccion de una receta, es loble. Ella es una anciana “chef” que está a cargo de un restaurante venido a menos, en un club tambien venido a menos. El club debe generar estrategias para atraer a los socios, provocar nuevos ingresos. La cocina es el lugar de las amigas y de la tradicio, su amiga Luisa, y una asistente, Rita, forman parte de ese círculo. Maró va y viene con su carro de compras en el rito del recomienzo cotidiano. Aleandro entra y sale de Maró sin titubeos. Tiene 85 años. Es verdad que todo ocurre en el diálogo, es una película franca con la imagen y la palabra, en ese sentido. Expresa la pugna entre la intención de modernización y el peso de la tradición. Y aunque Maró tiene sus secretos, la pelicula no, y no tiene por qué tenerlos.
La casa de los conejos La pelicula de Valeria Salinger, que se estrena este jueves, tiene varios aciertos. Por un lado aborda el tema de la historia politica de los últimos 6 meses del gobierno de Maria Estela Martinez de Perón y los primeros meses de la dictadura militar, proponiendo una continuidad entre ambos momentos, divididos dramáticamente, eso sí, por el 24 de marzo de 1976. Lo hace desde dos focalizaciones bastante claras: una amplia, la de un grupo de militantes montoneros, hombres y mujeres, que conviven forzosamente en una casa de las afueras de Buenos Aires, escapando de las fuerzas de seguridad, y otra mirada, más específica, pero que termina bañándolo todo, que es la de Laura, una nena de 7 años que vive en esa casa en medio de esa atmósfera agobiante, una predictadura que se irá intensificando con el correr del tiempo en el relato. Y la mirada de Laura (o María Laura) lo dulcifica todo. Raramente veremos el afuera. Ese “afuera” es amenazante y está representado por algunos elementos o espacios: la portada del diario, la plaza, la cárcel (aunque parezca paradójico). En el interior del espacio doméstico donde se ha constituído una familia momentánea, pero se organizan acciones que necesitan la preparación de armas sobre la mesa de la cocina o imprimir folletos de propaganda con una imprenta instalada detrás de una pared con un grupo de jaulas de conejos. Tambien los conejos lo invaden todo. Tambien entre lo que acierta Salinger, argentina que reside en París hace varios años, entre otras cosas es el casting (algo de lo que el cine argentino suele adolecer), los actores jóvenes que interpretan al grupo montonero, o la nena protagonista, más la presencia de Dario Grandinetti y Miguel Angel Solá, le dan al libro original una corporeidad ajustada y precisa. El ingeniero y el abuelo son las figuras masculinas fuertes para Laura. La alternancia dentro de su mirada infantil de esa vida como carcelaria pero tambien como feliz. En realidad, la única posible y de la que parece dificil salir. El relato fluye, interesa y genera intriga. Está muy bien La casa de los conejos. La película está realizada en copropudcion con Francia y España y está basada en una historia real, de nombres y apellidos, la de la hija de Chicha Mariani, la abuela de Plaza de Mayo cuya nieta nunca fue encontrada.
Nocturna: la vejez en tiempos de desmemoria. 92 años tiene Pepe Soriano, uno de los grandes actores del espectáculo argentino. Cuando veo Nocturna, no puedo dejar de pensar en La nona (lógicamente) aquella tragicómica vieja que no paraba de engullir, pergueñada por Tito Cossa y llevada al cine por Héctor Olivera en 1979. En Nocturna film de Gonzalo Calzada, el mismo actor, cincuenta años después, en un trabajo que combina un sutil terror de efectos especiales, con el drama de la demencia senil. De hecho la pelicula está siendo invitada y seleccionada a Festivales de terror y ya tiene premios en Macabro Film Fest (México) y Fantaspoa (Brasil). Tampoco escapa la recientemente estrenada El padre, de Florian Zeller con Anthony Hopkins, y el alzheimer que, por obra de ciertos recursos de la enunciación (el guión ganó un premio Oscar), hace ingresar al espectador a una confusión similar a la que produce la enfermedad. Un recurso parecido en Nocturna, visiones de la infancia, un niño-viejo-niño, una niña-vieja-niña; muertos que reviven, hijos ausentes-presentes, fantasmas del pasado en la mente fatigada de un hombre viejo (asi subtitula la pelicula) encerrado en un departamento con un hall panopticun y puertas con reflejos que sirven de escenario para que a lo largo de toda una noche asedien espectros que parecen tan reales. Calzada recurre a un montaje que frecuenta los espacios, los tiempos y ciertas situaciones remarcadas en esa repetición (los golpes a la puerta de la vecina), por otro lado también repetirá los planos detalle para atravesar en un mismo espacio la vejez y la juventud. Tal vez sintetizando un poco esos recursos, el film podría haber sido más compacto.