Recuerdos de la infancia
En 75 habitantes, 20 casas, 300 vacas (2011), el realizador Fernando Domínguez nos conduce por la infancia y el exilio sufrido por Nicolás Rubió en épocas de la Guerra Civil Española, con la particularidad de que la narración fluye a través de los recuerdos plasmados en sus pinturas.
El documental se centra en la figura de Nicolás Rubió que desde Buenos Aires pinta los recuerdos que aún perduran en su mente de Vielles, un pueblo de Auvernia, donde se refugió durante la Guerra Civil Española.
75 habitantes, 20 casas, 300 vacas tiene dos aristas que lo vuelven interesante. La primera es la evocación del pasado sobre lo que se recuerda, o se cree recordar, y se pinta para no olvidar. La segunda es la forma en que el realizador logra otorgarle vida a las pinturas para narrar la historia. Nicolás Rubió pinta sus recuerdos de manera constante y secuencial como si se tratase de una película, mientras Fernando Domínguez toma esas pinturas para, a través de la animación, construir un relato visual. La secuencia de toda la obra de Rubió arma la historia de un pueblo que tenía 75 habitantes y 200 casas y la película de Domínguez le da vida a esa obra rescatándola del olvido y del anonimato.
Mientras la cámara de Fernando Domínguez observa, las manos de Nicolás Rubió pintan. Ambos arman una historia. Uno la de su pasado, el otro la de un presente. 75 habitantes, 20 casas, 300 vacas es una película sobre el olvido y las diferentes formas que hay para que, a pesar de todo, se pueda resguardar algo ante el peligro de quedar en la nada misma. Mientras el pasado se funde en pintura el presente lo hace en cine.
75 habitantes, 20 casas, 300 vacas tiene un atractivo visual solo comparado con la delicada calidez de una obra de arte. El cine puede hacernos volar por un mundo en donde lo onírico y lo real se funden en un poético estado de extrañas sensaciones. Y éste es el más vivo ejemplo de que así es. Un film delicado y sútil en toda su esencia.