Un tesoro fuera de competencia en el 26 Festival de Cine Internacional de Mar del Plata.
Me tocó tener la suerte de conocer, junto al equipo de la FADU al director de la pelicula, Fernando Dominguez. La relacion se dio como una camaraderia desde el estreno del film en el festival. Tanto él como su Directora de fotografía me cayeron muy bien desde el principio. Eso no significa que opine igual de su película. Si hay que criticar hay que ser justos.
La pelicula es impecable. A lo largo de los 70 minutos que dura nos cuenta superficialmente a través de las imagenes tomadas desde el taller del pintor Nicolás Rubió a un hombre que de niño tuvo que exiliarse de su pueblo natal en España debido a la dictadura dejando atrás sus juguetes y su memoria. La familia fue adoptada por un pequeño pueblo en Francia en el que, como narra el pintor durante la pelicula, habian 75 habitantes, 20 casas, 300 vacas. Su vida en el exilio ha sido retratada por el pintor a lo largo de 600 cuadros ,(pensar que la mayoria no alcanzo en su vida ese numero de las figuritas). Es una historia muy tierna y conmovedora que vale la pena conocer.
Sin embargo, la pelicula nos interpela a lo largo de los 70 minutos que dura acerca de los recuerdos y de como son estos retratados. Y no sólo los recuerdos, sino las historias en general. He aquí lo fenomenal del film. Recortando partes de los cuadros la cámara va trasponiendo la historia del pintor mientras este busca recordar la cantidad exacta de ventanas que tenía su casa de la infancia. Esta búsqueda lo llevara a pedir que le envien desde Europa fotografías del lugar porque la casa ya ha sido demolida. Sin embargo la busqueda es en vano ya que ninguna foto le puede dar la respuesta que él necesita. ¿Cuál es valor de los recuerdos? ¿La exactitud fría y científica de una foto o la calidez que los sentimientos le imprimen?
Rubió y la pelicula parecen llegar a un acuerdo hacia el final. Ojala ustedes tambien puedan cuestionárselo al verla.