De otredad, de amor y poco de humor
Al igual que en Bienvenidos al país de la locura, el desconocimiento del otro y lo que se crea en torno a él es una cuestión base en 8 apellidos vascos. A diferencia de la película francesa dirigida por Dany Boon, Emilio Martínez Lázaro no sólo toma el conflicto de la otredad sino que, siempre a través de un tinte de humor e inocencia, decide hablar de un tema en particular: el problema entre los vascos y los españoles.
Los prejuicios y presunciones son utilizados para entender al otro cuando muchas veces no es mucho lo que se sabe y sí es demasiado lo que se habla. Ya sea por los medios de comunicación o por la misma gente, el film incursiona en las creencias que tienen los españoles de los vascos. Y conscientemente o no, es muy poco lo que se muestra de lo que ven los vascos de los españoles. No por esto no se muestra lo que piensan, pero más que estar en contra de los españoles, a los vascos se los ve como víctimas que están a la defensiva.
En cuanto a la pareja de jóvenes, Rafa y Amaia, no representan a los típicos muchachos que se enamoran rompiendo y traspasando los límites impuestos por sus padres, sino que son dos personas bastante tradicionales que mediante la aventura y el juego descubren que el otro no era tan distinto, y si lo era, no resultaba nada malo. Asimismo, al pasar por ciertas escenas que forman parte de las historias de amor en las películas, el director logra escapar del cliché dando otras vueltas para resolver ese momento.
Por otro lado, la propuesta humorística de la película termina siendo débil porque tanto el tema del otro como del amor la opacan. Y aún pudiendo contribuir a generar algunas escenas, el humor no es el punto fuerte del film. Hasta queda la sensación de que algo le falta, como si se esperara que hubiera más remates, que más escenas tuvieran un toque risueño.