Comedia de enredos desprejuiciados e incitación turística
Digamos que un cordobés se entusiasma con una correntina cuyo padre es tremendamente correntino. Chamamé, tereré, lealtad, fama de ofenderse fácil, culto de la lengua guaraní y el orgullo regional. No le gustan para nada los cordobeses. Cuarteto, fernet, fama de pícaros y mal entretenidos. Pero el otro llega hasta su pueblo, se traga la tonada, se hace pasar por todo lo que no es, y está a punto de conquistarse al suegro. Pues algo así, pero más enredado todavía, le pasa a un andaluz que nunca salió de Sevilla y de pronto, sólo por encontrarse con una vasquita, se ve abrazado, alimentado, seguido y vigilado por unos sujetos de apellidos trabajosos que le hablan en euskera y hasta lo ponen con un megáfono al frente de una kale borroka con la policía atenta a lo que va a decir.
Y lo que dice, sólo a un sevillano se le puede ocurrir. A un sevillano, a los guionistas Borja Oleaga, de Donostia, y Diego San José, de Irún, que saben reírse de los suyos y de todo el resto de la península, al director Martínez-Lázaro, y al cómico malagueño Dani Rovira, que pone el cuerpo, la voz, y la cara de asustado. Y también la cara de degenerado cuando está a solas con Clara Lago, lo cual se comprende plenamente, aunque al principio la chica nos resulte antipática.
Para completar la diversión, hay una andaluza disimulada, viuda de un guardia civil, dos amigos del protagonista, alarmados por todo eso "que no es España", un cura nacionalista (la escena de la confesión es memorable), y el padre de la novia. Sobre todo, el padre de la novia. Morrudo, barbudo, ceñudo, hospitalario y generoso pero también guardabosques, aunque trabaje como pescador. No importa, ya le quitará las espinas su futura consuegra, y de qué manera más cordial.
Al actor que hace de padre lo conocimos cuando era joven y flaco. Se llama Karra Elejalde, y acá coprotagonizó "El dedo en la llaga", de Alberto Lecchi, 1996. A Clara Lago, cuando tenía 18 añitos, en Pantalla Pinamar. A los lugares de ensueño que aparecen, Getaria, Leiza, Zumaya y la ermita de San Telmo sobre el acantilado, dan ganas de conocerlos. Entre todos forman el pueblito imaginado para el cuento, Argoitia, que suena como Arcadia. Es que "8 apellidos vascos" es una comedia romántica de enredos, un desarmadero de prejuicios, y una incitación turística. Con un detalle: la Sevilla que vemos existe de veras, pero el tablao lo levantaron en el País Vasco.
Algo más: comedias de tipos capaces de cualquier cosa para concretar con la mujer que los inquieta, mejor que ésta solo hay una brasileña: "O casamento de Romeu e Julieta", de Bruno Barreto, 2005, donde un fanático del Corinthians se hace pasar por fana del Palmeiras con tal de ganarse al suegro, directivo del club rival. Cuando lo descubren es justo adentro de un avión en vuelo. Comedias de cordobeses y correntinos todavía no hay.