Como “Hechizo del tiempo”, pero serio
Lo único que impide considerar a este thriller fantástico una obra maestra es el recuerdo del antecedente de Harold Ramis, «Hechizo del tiempo» («Groundhog Day») esa comedia negra de culto en la que Bill Murray vivía una y otra vez el peor día de su vida, que intentaba mejorar sin mucho éxito en cada repetición.
Pero «Ocho minutos antes de morir» no es una comedia en absoluto, sino una compleja historia de ciencia ficción donde un soldado, desde una hipertecnológica instalación militar, debe interactuar dentro de un mundo virtual, o realidad paralela, para evitar que el mismo terrorista que ha volado un tren haga explotar una bomba radiactiva en el centro de Chicago. Duncan Jones, hijo de David Jones, es decir David Bowie, que ya habia sorprendido con la excelente «Moon» (que solo conocimos en DVD) hace entrar al espectador en un juego complicado, que durante un tercio de proyección hasta puede resultar un tanto irritante, Es que la constante y repetida aparición del protagonista en el mismo tren que en ocho minutos va a volver a explotar una y otra vez -debido a las extrañas características del proyecto que se describe- convierten al film en un tour de force narrativo que, entre intervalo e intervalo en la cápsula donde está atrapado el desorientado protagonista, va transformando paulatinamente el sentido del relato hasta convertirlo, ya casi al final, en algo mucho más profundo que un thriller de lucha contra el terrorismo.
«Ocho minutos antes de morir» está muy bien actuado (Jake Gyllenhaal vuelve creíble un personaje que pasa por fases terribles, más allá de lo que supone experimentar su propia muerte varias veces de distintas formas), pero sobre todo excelentemente filmado y brillantemente escrito. Con esta película, Duncan Jones demuestra que su vocación no es para nada el capricho de una estrella de rock, y que es un muy buen director del que se pueden esperar grandes cosas.