El pasado que vuelve
Jake Gyllenhaal viaja en el tiempo para evitar un atentado en este intenso thriller.
Como decía una canción de Talking Heads, un día podés levantarte y preguntarte: “¿Que estoy haciendo acá?”. Algo así le sucede a Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) cuando se despierta de lo que parece ser un sueño en un tren que viaja a Chicago. La mujer frente a él le habla como si lo conociera, pero él no tiene idea quién es, ni dónde está, ni por qué. Ni siquiera la ropa que tiene puesta es suya. Enseguida irá al baño y, al mirarse al espejo, notará que la imagen que ve allí tampoco es la suya: es la de otro hombre, un desconocido. Y, encima, mientras trata de descifrar la situación, el tren explota y todos vuelan por el aire.
En 8 minutos antes de morir veremos esa situación repetirse varias veces, pero siempre con variantes. En esta suerte de versión ciencia ficción de Hechizo del tiempo sabremos que Colter es un soldado apostado en Afganistán que es parte de un experimento. Para descubrir al autor de ese atentado, es enviado a través del tiempo -mediante un complejo código científico- ocho minutos antes de la explosión a tratar de evitarla. Pero el hombre no viaja realmente. Lo hace... mentalmente. Y tampoco viaja al pasado real: viaja uno posible, a un vector, a... bueno, ya verán, pero tiene que ver con la física cuántica o algo por el estilo.
Lo interesante del filme de Duncan Jones ( Moon ) es que no se enreda mucho, como El origen , en explicar su sistema. Lo hace rápidamente y confía que el espectador no se pondrá a hacer cálculos científicos para probar si es posible, porque seguro que no lo es.
Es una película mucho mas pequeña que aquélla. Son dos escenarios: el tren donde debe investigar y el extraño lugar en el que Colter está como encerrado recibiendo ordenes de una pantalla (¿es una prisión? ¿una cápsula espacial? ¿un lugar imaginario?). Pero, a su vez, la apuesta es más alta (evitar una explosión que volará Chicago) y sus conflictos vitales/emocionales están puestos en el centro de la acción.
Es que, a través de cada uno de sus ocho minutos en el tren, y mientras busca al sospechoso, Colter irá conociendo a la gente que viaja y a trazar relaciones con ellos, en especial con Christina (Michelle Monaghan), la chica que lo mira con cariño y que no conocía. Paralelamente se relacionará con la agente que le da órdenes (Vera Farmiga) e intentará descubrir qué es ese otro extraño lugar donde todo es también muy raro.
Con puntos de contacto con Los agentes del destino , pero con una lógica interna más consistente y narrativamente mucho mas intensa, Jones plantea una situación “hitchcockeana” de manera notable y lo hace con mínimos recursos, un pequeño grupo de actores (además de los citados esta Jeffrey Wright, como el creador del “código”, y otros pasajeros del tren) y mucho ingenio para ir encontrando ejes narrativos distintos (y no sólo sospechosos) en cada “viaje”.
Como en los grandes filmes que homenajea ( La ventana indiscreta e Intriga internacional ), Jones hará como Hitchcock: pondrá el eje más en las relaciones y menos en el mecanismo. Si bien se reserva una serie de sorpresas que modificarán la trama, lo que más le importa es la situación emocional del personaje y su relación con los demás. Como en Hechizo del tiempo , de ese momento que se repite una y otra vez no se sale aprendiendo de memoria las rutinas. Se sale encontrándole algún sentido a lo que se hace. O bien, teniendo un buen motivo para salir.