La importancia de los códigos
Una historia de venganza y rivalidad fraternal en el contexto del Hampa vernácula es el principal ingrediente de 8 tiros -2013-, película nacional de género, que cuenta con un reparto importante y la dirección de Bruno Hernández, además de corrección en los rubros técnicos.
Daniel Aráoz carga sobre sus espaldas un personaje oscuro, en plan de venganza para saldar asignaturas pendientes del pasado con un hermano que lidera un cartel y que años atrás lo mandó a matar por considerarlo traidor a la causa.
La acción se desarrolla de manera gradual sin espectacularidad, pero con escenas logradas en cuanto a lo climático, como por ejemplo, aquella en que Aráoz se sumerge en el corazón de una cocina de droga y pasa por diferentes etapas de peligrosidad para conseguir su objetivo final.
En esa escena, el equilibrio entre la narración y los aspectos formales y visuales en la puesta en escena son una marca alentadora para un film que se toma el tiempo necesario para contar una historia de ajustes de cuentas con peso dramático detrás y que gracias a la convincente performance de Daniel Aráoz logra cierta carga emotiva a pesar que su personaje se destaca por la frialdad y la contención del aspecto emocional.
Luis Ziembrowski como antagonista saca a relucir uno de sus más habituales estereotipos cuando encarna villanos y a eso debe sumarse un Roly Serrano ajustado así como Leticia Brédice, cuyo personaje debería haber tenido un poco más de peso.
8 tiros además es el nombre de una camioneta y la referencia a los autos como a las armas en un mundo dominado por el machismo queda en evidencia por los roles secundarios de las mujeres, aunque cobra cierta relevancia una policía colombiana, quien deberá confiar en Juan –Aráoz- y su intento tardío de redención.