Con bastante demora ("8 tiros" fue presentada originalmente en Pantalla Pinamar 2013) llega a las pantallas argentinas, el primer largo de Bruno Hernández (guionista del ultimo trabajo de Caetano, "Mala"), un producto clásico de género policial, oscuro y potente,
Lo primero que llama la atención en "8 tiros" es el interesante nivel de producción que evidencia. Veremos, como pocas veces en la industria local, autos clásicos (la nota por la que este film será recordado, sin dudas), buenos efectos especiales y secuencias de acción ajustadas y convincentes. Un reparto de actores con experiencia (Ziembrowski y Aráoz a la cabeza) han trabajado con Hernández para crear un universo violento y reconocible para cualquier amante del género.
Vicente (Luis Ziembrowski) es un típico mafioso acostumbrado a resolver todo a través de la coima y la violencia. Unos años atrás, cuando su hermano Juan (Daniel Aráoz) quiso abrirse de las cuestiones que llevaban adelante juntos, el lo mandó a matar. Siete años pasaron y cuando la cinta abre, nos encontramos en el entierro de la madre de ámbos.
Vicente está junto al cajón, en el cementerio, y un hombre deja un ofrenda floral casi sin ser visto... Juan está de vuelta, dispuesto a terminar aquello que nunca había comenzado (su venganza) por respeto a su madre. Ya libre de hacerle daño, el volverá para destruir las conexiones y el negocio de su hermano, en una batalla táctica donde no habrá cuartel para ninguno de los dos.
Hernández se inclina por traernos el típico film de retorno, donde un vengador solitario, se encarga de una considerable cantidad de enemigos, a través de un plan meticuloso y sin pausa. Aquí, sin embargo, la cuestión se complica porque lo familiar se interpone.
Buscando una mayor profundidad en la trama, incorpora el elemento psicológico a la trama y aborda la rivalidad entre hermanos, basada en un incidente de pequeños, espacio que termina por quitarle a la cinta, su vértigo inicial: hay mucho lugar para este ajuste de cuentas del pasado desde lo verbal, que lejos de favorecer a la historia, le quita su mejor arma: la confrontación física.
Hay muchos tramos bien logrados en "8 tiros" (Aráoz hace una labor más que interesante), donde el nivel de producción alcanza estándares internacionales y otros donde la narración se estanca y se aleja de esa deseada intensidad. El importante elenco ofrece su profesionalismo habitual (aunque Ziembrowski no luzca totalmente a sus anchas) y acompaña una construcción prolija, con altos y bajos, pero valiosa, para la producción local.
"8 tiros" es un ejemplo de una búsqueda del cine nacional por abrir el juego a animarse (con todo lo que eso significa desde el punto de vista económico) a transitar un cine de autor industrial, rodado con oficio. Es otra señal (como la reciente "Resurrección", de gran factura técnica y en cartel actualmente) de que tenemos cineastas valiosos y creativos para enfrentar los desafíos de ampliar el horizonte de género. Gran noticia.