Con películas como El maquinista y Transsiberian, y sus aportes a múltiples series como The Wire, Fringe, El imperio del contrabando o The Killing, Brad Anderson demostró que es un profesional con todas las letras, un artesano de esos que suelen llevar a buen puerto (o al menos naufragan con cierta dignidad) dentro del cine de género. Su habilidad, su pulso, su tempo se alcanzan a percibir también en este thriller sobre un asesino serial “especializado” en adolescentes rubias e inocentes. El punto de vista es el de una operadora del servicio de emergencias 911 (una “afeada”, si eso es posible, Halle Berry) que intenta salvar una vida luego de haber cometido un error que le ha costado demasiado caro a otra víctima.
El problema no es, por lo tanto, la factura (correcta, sin grandes hallazgos) sino la precariedad en el trabajo de la psicología de los personajes (¡ay, los traumas del killer!) y, sobre todo, el grado de sadismo que terminan por transformar a esta experiencia en algo casi intolerable. En la comparación, engendros como 8 milímetros, de Joel Schumacher, resultan casi comedias musicales. Salvo espectadores masoquistas, mejor abstenerse.