Promesas en línea
“911: llamada mortal” mantiene la tensión narrativa durante buena parte del filme, si bien los golpes de efecto pesan más que la inteligencia.
Así como algunos telefonistas venden planes o productos al por mayor, otros se dedican a salvar vidas. Al menos esa es la tarea de Jordan Turner (Halle Berry), una experimentada operadora del servicio de emergencias del 911 que ve opacada su carrera cuando una niña que atiende en línea es asesinada. Poco después de ese paso en falso, Jordan tiene la oportunidad de redimirse cuando la preadolescente Casey (Abigail Breslin) solicita auxilio desde el baúl de un automóvil, donde permanece secuestrada tras ser capturada en la playa de un shopping.
Así, con el auto del sospechoso siempre en movimiento, 911: llamada mortal se dividirá en dos escenarios paralelos: uno, el call center convulsionado donde trabaja Jordan, en el que vemos constantes primeros planos del rostro nervioso de una funcional Berry mientras dialoga con la joven raptada, a veces dictándole consejos y otras calmándola con charlas sobre “películas preferidas” o el horóscopo; el otro, el coche en marcha que maneja el asesino, filmado desde perspectivas aéreas de autopistas a lo Policías en acción o desde el claustrofóbico baúl, allí donde sobresalen los gestos de la llorona Casey, que no para de exclamar “¡No, por favor!”.
Esa dualidad (en suma, la “esencia” del filme) mantendrá linealmente la película a flote durante buena parte de su desarrollo, en una trama en la que los golpes de efecto pesan más que la inteligencia y en la que ciertos agregados torpes de película de terror, principalmente sonoros (percusión de suspenso genérica, bajos rugosos, remixes chirriantes, gritos, voces con eco) atentan con boicotear (¿con secuestrar?) a un policial en principio sobrio y entretenido.
Esa tendencia a los sustos, la sangre derramada y los golpes por la espalda será lamentablemente la que gane en la parte final, en la que la psicología revelada del freak asesino (incesto, regresión, violencia, tics esquizofrénicos) respeta un identi-kit de manual.
“Mantengan la distancia emocional y no hagan promesas, porque no las van a poder cumplir”, le enseña Jordan a los aprendices a telefonistas salvavidas; dos máximas que la cinta de Brad Anderson no respeta: en su afán de impacto gratuito, traiciona el prometedor planteo inicial.